Octubre 2024

Fotografía de Carole Lombard

El 6 de octubre de 1908, en Fort Wayne, Indiana, nacía Jane Alice Peters, quien más tarde sería conocida como Carole Lombard, la reina de la screwball comedy y una de las presencias más avasallantes del Hollywood dorado. A pesar de su corta carrera, su carisma, belleza y potencia para el humor la consolidaron como una de las principales actrices de los años 30.

Tras una temprana incursión en el cine a los 12 años, la joven Jane Alice empezó a llamar la atención en la tierra del cine, y a los 16 años firmó contrato con Fox como Carol. Con el estudio realizó sus primeros papeles secundarios e incluso un protagónico, pero sería con el productor Mack Sennett con quien comenzaría su camino hacia el reconocimiento, como parte de las Sennett Bathing Beauties, un grupo de mujeres en traje de baño que aparecían en cortos de comedia.

A fines de los años 20 llegaron los primeros éxitos. En 1928 protagonizó Me, Gangster de Raoul Walsh, y al año siguiente, sus primeras talkies con la productora Pathé Exchange: High Voltage de Howard Higgin y Big News de Gregory La Cava.

La nueva década la encontraría con un contrato mucho más sólido con la Paramount, en colaboraciones con la estrella del estudio William Powell, quien pronto se convertiría en su esposo. Algunas de las películas de esta época incluyen Man of the World y Ladies’ Man -ambas de 1931 y las primeras dos de tres colaboraciones con Powell-, I Take This Woman del mismo año y junto a Gary Cooper, y No Man of Her Own (1932) con Clark Gable. Entre sus películas de 1933, se encuentra su única incursión en el género de terror: Supernatural de Victor Halperin. Ese año también exploró el melodrama con Brief Moment y White Woman, protagonizada por Charles Laughton.

Un momento clave en su carrera llegaría en 1934 con el estreno de Twentieth Century (1934), la comedia screwball de Howard Hawks que la lanzó al estrellato. Con el espectacular John Barrymore como compañero de pantalla, Carole desplegó su talento para la comedia en una interpretación intensa e hilarante que marcaría el camino de su potencial en el género. Ese mismo año realizó un hipnótico baile con George Raft en Bolero, hizo el musical screwball We’re Not Dressing de Norman Taurog con Bing Crosby, y volvió a trabajar con Gary Cooper en Lady By Choice, con la pequeña Shirley Temple.

En 1935 se juntó por primera vez con Fred MacMurray para la comedia Hands Across the Table de Mitchell Leisen, que tuvo muy buen recibimiento. La pareja fue tan exitosa entre el público que los actores se encontraron en tres películas más: The Princess Comes Across (1936), Swing High, Swing Low (1937) y True Confession (1937).

Otro de sus roles más destacados fue el de la comedia My Man Godfrey (1936) de Gregory La Cava, la última de las tres colaboraciones con William Powell. Luego protagonizó la hilarante Nothing Sacred (1937) de William A. Wellman y con Fredric March, la única película en la que podemos disfrutar de la belleza de Carole en Technicolor.

Ya como una de las estrellas más brillantes en Hollywood, en 1938 inició un camino independiente por fuera de los contratos de estudio. Esta época también coincidió con su matrimonio con Clark Gable, con quien solo realizó un film, y que los volvió una de las parejas más queridas entre el público. En 1939, trabajó con James Stewart en Made for Each Other y con Cary Grant en In Name Only, ambas películas románticas de John Cromwell.

En 1940 continuó indagando el terreno dramático con Vigil in the Night y They Knew What They Wanted. Pero sus dos últimos films la llevaron de vuelta al género en el que brillaba naturalmente y de la mano de dos directores sobresalientes: Mr. & Mrs. Smith de Alfred Hitchcock y To Be or Not to Be de Ernst Lubitsch.

Con solo 33 años, la vida de Carole se vio interrumpida el 16 de enero de 1942, en un accidente aéreo mientras regresaba de vender bonos de guerra. Aunque su carrera no fue extensa como otras, trabajó en más de 40 películas, entre las que se encuentran algunas de las mejores comedias del período clásico. Su impecable timing para el humor y su pasión para encarnar cada uno de sus papeles permanecen como registro de un talento inconfundible, hecho a medida del screwball pero extensible a distintos géneros. Hoy Carole es una prueba de lo enorme que supo ser el cine de antes.

Nunca nos cansamos de estos dos genios. Fred Astaire repasa con Rita Hayworth una coreo a puro tap de apenas 40 segundos en You’ll Never Get Rich (1941), el primero de sus dos musicales juntos.

Junto a Mery Linares, repasamos 15 de las películas más emblemáticas del estudio del león, a 100 años de su surgimiento.

No se pierdan este video del canal de BA Jazz Magazine donde conversamos con María Cueto sobre la importancia que tiene la música en el clásico Casablanca (1942) de Michael Curtiz. Hablamos de As Time Goes By, de Max Steiner, de cómo se usa el leitmotiv y mucho más.

Fotografía de Mahalia Jackson

En esta oportunidad, en la sección de músicos nos concentramos en un género que se emparenta con el jazz en su origen y desarrollo: el gospel. Y lo hacemos nada más y nada menos que con la Reina del Gospel, la gran Mahalia Jackson.

El 26 de octubre de 1911 nació, en el seno de una familia pobre de New Orleans, Mahala Jackson, nieta de abuelos esclavos. Rodeada por la música de su ciudad y de la Iglesia bautista, empezó a cantar en coros desde muy chica, ya demostrando una poderosa voz, e inspirada por artistas del blues como Bessie Smith.

En 1929, tras mudarse a Chicago, empezó a tomar clases con Thomas A. Dorsey, compositor y músico conocido como el Padre de la música Gospel, con quien trabajó durante 14 años. Como resultado de esta colaboración, surgió Take My Hand, Precious Lord, una de las canciones más distintivas en la carrera de Mahalia.

En los años 30 realizó sus primeras grabaciones, con éxitos como God Gonna Separate the Wheat from the Tares, pero la canción que la haría famosa a lo largo del país sería Move On Up a Little Higher, que grabó en 1947. La canción vendió millones de copias y puso al gospel en el mapa musical de Estados Unidos.

Otras canciones que Mahalia popularizó incluyen I Believe, In The Upper Room, His Eye Is On The Sparrow y Just A Closer Walk With Thee. A pesar de múltiples insistencias a lo largo de los años, Mahalia jamás interpretó música que no sea religiosa, y nunca realizó presentaciones en teatro. Sin embargo, en los años 50 y 60 su popularidad la llevó a la televisión, por ejemplo, al famoso programa de Ed Sullivan.

Para describir la potencia y majestuosidad de la voz de Mahalia las palabras quedan cortas. Solo resta decir que se trata de una de las voces más poderosas y emotivas no solo del gospel, sino de la música en general. Si la divininidad puede atrapar algo de lo terreno, sin dudas lo hace en la voz de la Reina del Gospel.

Póster de West Side Story

Por Mery Linares

@meryandthemovies

Esta introducción puede sonar un tanto cliché pero muchas veces es difícil enfrentar el teclado y poner en palabras todo lo que se puede desprender de una película a la que apreciás con todo tu ser desde el primer momento que la viste, y más si ese momento fue en la adolescencia cuando la piel es blanda y se eriza ante lo grande con más facilidad. La obra cinematográfica a la que me refiero en este prólogo que suena a excusa es la inigualable West Side Story o Amor sin Barreras de 1961.

Como uno de los musicales más bellos de la historia, West Side Story sigue siendo hoy un verdadero festín cinematográfico. Las actuaciones son vibrantes, las coreografías llenas de vida, la música inolvidable y la historia intemporal. Se trata de una prueba irrefutable de que el cine es una alquimia perfecta de múltiples talentos que se unen para crear una obra maestra.

Y hablando de talentos, West Side Story contó con el trabajo de dirección altamente quirúrgico del maestro Robert Wise, un cineasta capaz de pasearse cómodamente en cualquier género en el que pudiese moldear una historia a la perfección. A su lado están la música de Leonard Bernstein y letras de Stephen Sondheim, junto con las coreografías vibrantes de Jerome Robbins, quien también co-dirigió. Todo este séquito de agudeza trasladó la exitosa adaptación de la obra de Broadway de 1957 a la pantalla grande, donde la tragedia al estilo moderno de Romeo y Julieta se embebe de un technicolor apasionante en medio de los barrios marginales de Nueva York en la década de 1950.

West Side Story explora la rivalidad entre dos pandillas juveniles: los Jets, de clase trabajadora blanca, y los Sharks, de origen puertorriqueño. Cuando Tony, un miembro de los Jets (interpretado por Richard Beymer), se enamora de María, la hermana del líder de los Sharks (la inolvidable Natalie Wood), parece surgir la esperanza para ambos. Sin embargo, como en toda desgracia, la adversidad pronto se interpondrá en el camino de esta pareja incomprendida.

Esta película es uno de los diez musicales que han logrado ganar un Óscar en los 96 años de historia de estos premios. Contó con 11 nominaciones y ganó en diez categorías. Sin embargo, la que hizo historia fue la actriz secundaria, la increíble Rita Moreno, que con su Anita, un personaje entrañable y espectacular, alzó el primer Oscar para una latina, lo que se convirtió rápidamente en un hito para la comunidad latina e hispana. Ella nos regaló la escena indeleble en la que baila con su vestido lavanda y pronuncia “I like to be in America”, una frase que inmortalizó el sueño americano.

Más allá de ser una historia clásica con un ritmo ágil y una puesta en escena detallista, acompañada de actuaciones realistas, West Side Story se sostiene sobre los sentimientos más puros que han definido al buen cine: la sed de amar y el enamoramiento sin prejuicios. ¿Acaso hay algo más ingenuo y hermoso que sentirse bella simplemente por las mariposas en el estómago y jugar con lo que llevás puesto? En el número I Feel Pretty, la expresión de Natalie Wood refleja exactamente lo que uno siente al disfrutar del buen cine.

Tiempo de compartir uno de los momentos televisivos, y de los videos de YouTube, más maravillosos que los ojos de los espectadores puedan contemplar. Se trata de uno de los encuentros entre los Mills Brothers y el anfitrión Dean Martin en uno de sus programas, lo que también califica como un encuentro musical generacional de padres e hijo.

En forma de sketch, Dino y los Mills nos llevan a los inicios de la carrera del crooner en Steubenville, Ohio, y nos relatan un consejo inolvidable de parte del grupo vocal que habría transformado la carrera de Dean… como solo ellos nos lo pueden contar.

El segmento comienza con una breve versión del hit Paper Doll y sigue con los clásicos del grupo You’re Nobody ‘til Somebody Loves You y Bye Bye Blackbird. En esta última podemos escuchar unos compases de la voz solista de Herbert, a quien habitualmente escuchamos como parte del grupo. Sobre el final, Dino anuncia fascinado lo que acaba de suceder: ¡Mills Brothers and me!.

Leo McCarey

Fotografía de Leo McCarey

Nacido el 3 de octubre de 1898, Leo McCarey fue un director, guionista y productor con más de 200 películas que realizó su trabajo más influyente entre los años 30 y 50. La comedia y el melodrama son dos géneros en los que McCarey hizo historia, siempre involucrándose en todos los aspectos de la producción, desde el guión y el reparto, hasta la edición y la dirección.

Se inició en 1919 como asistente de dirección, nada menos que de Tod Browning. Durante la era silente del cine, trabajó escribiendo y dirigiendo gags cómicos para cortos y largometrajes de humor físico, uno de los géneros esenciales del cine mudo.

En la productora Hal Roach Studios, McCarey dio origen a uno de los dúos cómicos más importantes de todos los tiempos: Stan Laurel y Oliver Hardy. Fue él quien tuvo la idea de juntarlos y quien orientó sus personajes en pantalla. Con el dúo dirigió los cortos We Faw Down (1928), Liberty (1929) y Wrong Again (1929), además de escribir múltiples guiones y supervisar muchas otras películas.

Con la llegada del sonido en los años 30, continúa explorando la comedia ahora con la centralidad del guion, y trabaja con algunas de las más grandes estrellas de la época, como Gloria Swanson en Indiscreet (1931) y Mae West en Belle of the Nineties (1934). La nueva década lo une con otro grupo cómico alucinante: los hermanos Marx en Duck Soup (1933).

En los años posteriores, McCarey ayudó a moldear uno de los géneros estrella de los años 30: la screwball comedy. Aquí destaca The Awful Truth (1937), protagonizada por Cary Grant e Irene Dunne, que cubre la temática habitual en el género de la pareja divorciada que vuelve a encontrar el amor. La película fue clave en la consolidación de la imagen de Cary Grant y constituye uno de los ejemplares más genuinos del género.

Durante los años 40, su interés giró hacia dramas de temática social como Going My Way (1944), con Bing Crosby en el rol de sacerdote que vuelve a interpretar al año siguiente en The Bells of St. Mary’s (1945), también de McCarey, junto a Ingrid Bergman. Ambas fueron muy exitosas entre el público.

Los años posteriores vieron a un McCarey menos prolífico pero igual de impactante. En 1957, dirigió la inolvidable An Affair to Remember, con Cary Grant y Deborah Kerr. La película es una remake en technicolor de Love Affair, historia que McCarey había dirigido en 1939 con Irene Dunne y Charles Boyer como los protagonistas. Ambas dan cuenta de la historia romántica por antonomasia, con uno de los finales más inspiradores con los que cualquier melodrama pueda soñar.

Tal vez menos recordado que otros directores de la época, Leo McCarey fue un maestro de maestros. A él le debemos Laurel & Hardy, el Cary Grant que más conocemos y, probablemente, la película más romántica de todos los tiempos. Su filmografía nos permite disfrutar del cine mientras apreciamos un impecable trabajo atento a todos los detalles que forman su magia cinematográfica.

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Para cubrir el tema de la sección de teatro de este mes tenemos que adentrarnos en el concepto de revue: un tipo de espectáculo que combina distintos actos de música, baile y humor. Entre 1916 y 1932, este formato tuvo su período de esplendor en Broadway, y el nombre de Florenz Ziegfeld Jr. tuvo mucho que ver con ese éxito.

Las Ziegfeld Follies fueron una serie de producciones impulsadas por el empresario entre 1907 y 1931 que tomaban el formato de revue para crear un teatro de variedades sofisticado. Las protagonistas de estas producciones eran las Ziegfeld Girls, habitualmente bailarinas que aparecían en escena con lujosos vestidos y escenografía extravagante. Su popularidad fue enorme y a Ziegfeld se lo conoce por haber creado un arquetipo de belleza americana en esta época.

Ziegfeld Follies of 1936 fue una especie de revival de la famosa serie de espectáculos luego de la muerte de Ziegfeld e incluyó un reparto de lujo. La música estuvo a cargo de Vernon Duke con letras de Ira Gershwin. Entre los productores se encontraba la viuda de Ziegfeld, Billie Burke, actriz que recordarán principalmente por su papel de Glinda, la Bruja buena del Norte, en The Wizard of Oz (1939).

El musical se estrenó en Winter Garden Theatre y tuvo 115 funciones. Arriba del escenario estuvieron Fanny Brice, Bob Hope, Eve Arden, Josephine Baker, Gertrude Niesen, June Preisser, y los Nicholas Brothers, entre muchos otros. Un detalle no menor es que del vestuario se encargó un joven Vincente Minnelli, que en esta época todavía estaba explorando el teatro de la costa este, antes de trasladarse a Hollywood.

Sin dudas, la estrella del show fue Fanny Brice, quien interpretó su canción distintiva My Man del mismo modo que lo había hecho en las Follies de 1921, inclinada sobre un poste de luz. Para 1936, esta ya era una imagen icónica en la historia de Broadway. Aquí les dejamos una grabación del tema unos años posterior. La emoción que transmite la vuelve una versión, en mi opinión, sin comparación.

¿Una historia de amor entre dos miembros de bandos enfrentados? Esta vez, la batalla es completamente musical. Entre la Tierra de la Sinfonía y la Isla del Jazz se encuentra el Mar de la Discordia en este episodio de Silly Symphonies que se llama Music Land, corto animado que lanzó Disney en 1935.

Además de la ingeniosa idea, la creatividad en los detalles de los instrumentos que protagonizan este corto sin una línea de diálogo es inmesa. En la historia entre una violín y un saxofón que se ve interrumpida por los enfretamientos en la isla de lo culto y la isla de lo popular, el amor probará ser el vehículo que tienda puentes entre los adversarios.

What Ever Happened to Baby Jane? (1962) – Robert Aldrich

Póster de What Ever Happened to Baby Jane?
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Foto de perfil de Celina Alba Posse

Por Celina Alba Posse

@capicomenta

A finales de octubre, y coincidiendo con Halloween, se cumplen 62 años del estreno de What Ever Happened to Baby Jane? (1962) de Robert Aldrich. Intensa, perturbadora y claustrofóbica, Baby Jane es un clásico del cine de terror psicológico que sigue sorprendiendo a las audiencias y acumulando fans más de seis décadas después, por lo que en esta spooky season te invito a redescubrirla…

¿Qué pasó con Baby Jane?

El éxito de Sunset Boulevard en 1950 demostró a Hollywood que la historia de una mujer madura y desequilibrada podía ser tremendamente poderosa y exitosa. Ya en los 60, y en paralelo al enorme triunfo comercial de Psycho (1960) de Alfred Hitchcock, llegó el turno de Jack Warner, el todopoderoso jefe de los estudios Warner, de incursionar en un nuevo subgénero de terror psicológico llamado hagsploitation que, a falta de traducción en español, le diremos “terror de viejas brujas”.

También conocido como psycho-biddy o Grande Dame Guignol, esta categoría de películas de terror o suspense se caracterizan por presentar a actrices veteranas en papeles de mujeres perturbadas, a menudo viviendo inmersas en la decadencia y la locura. Si bien los años 50 nos dieron algunos destacados exponentes del género como la ya mencionada Sunset Boulevard (1950) o The Story of Esther Costello (1957), el verdadero “inicio” y auge del hagsploitation arribaría en 1962 tras el éxito de la película de Robert Aldrich.

Al momento de filmar Baby Jane, tanto Bette Davis como Joan Crawford, dos actrices que habían encandilado a las masas en las décadas anteriores, atravesaban una etapa compleja de sus carreras. La industria, que en esa época era especialmente despiadada con las mujeres que superaban determinada edad (Bette tenía 54 y Joan 58 años en 1962), había empezado a marginarlas lentamente, limitando su acceso a roles protagónicos y relegándolas a papeles cada vez más secundarios.

Por un lado estaba Bette: si bien se había consagrado como intérprete durante los años 30 y 40 con dos Oscars a Mejor Actriz -por Dangerous (1935) y Jezebel (1938), respectivamente-, en los años 50 su carrera comenzó a declinar. Aunque todavía tenía triunfos, como en la icónica All About Eve (1950), la industria la veía cada vez más como una mujer “problemática”, en parte por su carácter y sus negativas a aceptar roles mediocres.

Por otro lado, Joan también había construido una carrera brillante durante las décadas del 30 y 40, haciéndola merecedora de un Oscar por su actuación en Mildred Pierce (1945). Pero a medida que transcurrían los 50, su carrera sufrió un declive similar al de Bette; Crawford también caminaba en la cuerda floja de una industria que solo ansiaba caras frescas.

Teniendo en cuenta las experiencias personales de estas dos actrices, es inevitable que la trama de Baby Jane adquiera un significado especial. En la película ambas interpretan a las hermanas Baby Jane y Blache Hudson, dos mujeres que supieron alcanzar el estrellato en su juventud pero que con el paso de los años han caído en decadencia.

Jane (Bette Davis), antigua estrella infantil llamada «Baby Jane», se ha convertido en una mujer amargada y alcohólica, mientras que Blanche (Joan Crawford), consagrada actriz en su vida adulta, quedó paralizada tras un accidente automovilístico y culpa a Jane por su situación. Además, Jane, consumida por el resentimiento, maltrata cruelmente a su hermana, sometiéndola a un sinfín de abusos.

Hablar de esta película, específicamente de la enemistad de las dos hermanas Hudson, hace que sea casi inevitable referirnos a la supuesta enemistad en la vida real de sus dos protagonistas, una rivalidad que pasó a la historia como una de las más famosas de la historia de Hollywood -y que se cree que alcanzó su punto más álgido durante la filmación de Baby Jane-. Haciendo a un lado el amarillismo de esta narrativa, me parece necesario destacar que, haya sido cierta o no, al momento de promocionar la película en 1962 -y como hizo tantas otras veces-, Hollywood fue responsable de alimentar este beef, ya que la atención mediática colaboraba en la promoción del filme.

El efecto Baby Jane

Al éxito en crítica y taquilla (fue nominada a cinco premios Óscar, llevándose el galardón a mejor diseño de vestuario y recaudando diez veces su presupuesto) le siguió el “efecto Baby Jane”, una seguidilla de películas con argumentos similares y en las cuales todas las protagonistas eran actrices maduras de la era dorada de Hollywood.

Si bien la película de Robert Aldrich ayudó a revitalizar las carreras de Bette y Joan, también contribuyó a encasillarlas en roles similares de “psycho-biddys” (ancianas psicóticas/trastornadas). En los años siguientes, Davis aparecería en varias películas de la misma línea, tales como Dead Ringer (1964), Hush… Hush, Sweet Charlotte (1964), The Nanny (1965) y Burnt Offerings (1976). Por su parte, Crawford también continuó en el género con filmes como Strait-Jacket (1964), I Saw What You Did (1965) y Berserk! (1967).

Al auge del género se le sumaron otras actrices consagradas del Hollywood dorado, como Olivia de Havilland y Shelley Winters, quienes también pusieron su grano de arena durante los años 60 y 70 en películas como Lady in a Cage (1964) de Havilland y Whoever Slew Auntie Roo? (1971) de Winters.

Célebre es la frase de Jack Warner respecto a Davis y Crawford pre-Baby Jane: “No daría 5 centavos por esas dos viejas rancias…”, y cada vez que la recuerdo me parece más evidente el profesionalismo de esta dos actrices. No sólo transformaron una película de clase B y un guión que demoniza y ridiculiza a las mujeres mayores en un éxito, sino que fueron las artífices del nacimiento de su propio subgénero que, para bien o para mal, hasta el día de hoy no tiene un equivalente masculino…

Si hay una canción que identifica a la década del 20 del siglo pasado, tiene que ser The Charleston de James P. Johnson con letra de Cecil Mack. Compuesta en 1923 para el musical de Broadway Runnin’ Wild, se convirtió en uno de los principales éxitos de la década, principalmente con la popularidad del baile del mismo nombre entre 1926 y 1927.

Como himno de una era donde la juventud era la protagonista, The Charleston se combinó con los movimientos provenientes de Harlem, con mucho twist de talón y elevados kicks. Sobre el final de la década, el estilo de baile -independientemente de la canción- derivó en un movimiento femenino en el que las flappers acapararían toda la atención de los bailes y llegarían incluso al cine.

Todo comenzó con un ritmo sincopado inolvidable que podemos escuchar dentro de un medley del musical de Broadway junto a la canción Old Fashioned Love. Al mismo tiempo, Arthur Gibbs grabó la primera versión completa de la canción en octubre de 1923, convirtiéndola en un rotundo éxito. Aquí pueden escuchar ambas versiones de los inicios de este clásico.

Medley – Primera grabación

Versión completa de Arthur Gibbs

A continuación pueden disfrutar de una tierna y elegante versión del clásico de los hermanos Ira y George Gershwin Our Love is Here to Stay de la mano de Frank Sinatra y Peggy Lee. Ambos la interpretaron en un programa del show de Frank de 1957.

Now, Voyager (1942) – Tráiler y reseña

En 1942, Warner Bros. nos trae un drama que explora el viaje de transformación de Charlotte Vale, una mujer que vive atormentada por la relación con su tiránica madre. Bette Davis y Gladys Cooper nos regalan una intensa dinámica entre madre e hija en una trama de impronta femenina, con Paul Henreid y Claude Rains en los roles masculinos que impactarán en la vida de Charlotte. Les dejamos el tráiler subtitulado y nuestra reseña de Now, Voyager, de Irving Rapper, a continuación.

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