En 1934, sin saberlo en aquel entonces, se fundaba uno de los géneros más nobles que el Hollywood dorado nos ha concedido: la screwball comedy, conocida en español como comedia alocada. It Happened One Night de Frank Capra fue una de las primeras películas en poner el foco en la tensión entre las diferentes clases sociales y los sexos, enfrentándose al recientemente impuesto Código Hays y sus numerosas barreras.
Sin embargo, cuando rastreamos los orígenes de este género, rara vez nos detenemos en su prima hermana: Twentieth Century. Esta joya del gran director Howard Hawks posee toda la anatomía del género llevada al extremo. Además, fue la primera película sonora del cineasta tras un extenso trabajo en comedias durante la era del cine mudo. Es hora de levantar la cortina de hierro a esta obra para poder vislumbrar las estrellas que la hicieron.
Si hablamos de hallazgos afortunados de aquella época, Twentieth Century es uno de ellos. La trama está basada en una obra de Broadway que pasó sin pena ni gloria llamada «Napoléon en Broadway». Como a Hawks le interesaban esos materiales donde todavía había esperanza, una vez que lograron adaptar el material comandado por Ben Hecht y Charles MacArthur, aceptó rodar la película en menos de un mes con Columbia Pictures, regenteado por Harry Cohn en aquel entonces.
Pero lo mejor no queda ahí. Como buen olfateador de talentos que era Hawks, apostó por la joven Lombard, quien hasta ese entonces solo había hecho papeles secundarios. El mismo Hawks confesó en una entrevista con Peter Bogdanovich que eligió a Lombard al verla en una fiesta y se quedó encantado por su naturalidad y la gracia que tenía para ser cómica. Así que se decidió por Lombard para que le dé vida a Mildred Plotka, una actriz moldeada para convertirse en estrella que luego sería bautizada como Lily Garland, una simetría perfecta con su propia carrera ya que esta película fue la que la llevó al estrellato.
Como bien creía Hawks, para vertebrar la anatomía de una comedia no se trata de intentar ser hilarante, se trata de serlo. Así es como el cineasta terminó eligiendo una de las personas más histriónicas que existían en el arte de la actuación: el querido John Barrymore.
Aunque venía de hacer puros dramas, en Twentieth Century encarnó a Oscar Jaffe, un director de Broadway, en una de las actuaciones más divertidas, jocosas e hilarantes y todos esos adjetivos que se necesitan para describir el poder que tienen sus expresiones faciales o una línea dicha por él que al recordarlas uno no puede evitar reírse con solo pensarlas. ¿Acaso una línea como ¡QUÉDATE DONDE ESTÁS, JU-DAS IS-CARI-OT!! podría ser tan graciosa? Dicha por Barrymore, lo es. Pero como si fuera poco, Barrymore hasta se disfraza. Cada gesto, cada expresión, cada pose del actor sostiene la película.
Gran parte del relato se compone de procesos y cambios. Por un lado, tenemos al personaje de Lombard que se convierte en una estrella de Broadway y luego de esa transformación decide aventurarse en Hollywood. Por otro, tenemos al personaje de Barrymore que de ser un gran director se transforma en un gran perdedor. Todos estos cambios están plasmados simbólicamente en el movimiento geográfico y físico que hay en el film.
Gran parte de esta película se lleva a cabo en un tren, de hecho la película toma la denominación de ese tren que existía en aquel momento que viajaba entre Chicago y Nueva York. Este medio le otorga el movimiento constante y adrenalina que hay entre estas dos personas que se aman y se odian por igual, pero sobre todo sería el puntapié del ADN que caracterizaron a las comedias de Hawks: ese ajetreo insistente tanto de palabras como hechos.
Si bien Bringing up Baby (1938) y His Girl Friday (1940) son las comedias más valoradas de Hawks, hay que destacar que en Twentieth Century tiene lo que mejor sabía capturar el director: chispas entre ambos sexos pintados como agua y aceite y marcados por diálogos acelerados y filosos.
El gran legado de esta película es su primer acto, en el cual nos adentramos al mundo del teatro y conocemos los pormenores de montar una obra, donde realmente nos impregnamos del mundo detrás del telón. Como decía Lily Garland: «Esa es la cuestión contigo, Oscar. Con los dos. No somos personas, somos litografías. No sabemos nada sobre el amor a menos que esté escrito y ensayado. Solo somos reales entre bambalinas».
Twentieth Century nos salpica de la realidad del espectáculo y nos afirma que la verdadera anatomía de una comedia es la que logra sacar la frescura cómica natural de sus actores. Y si no, Dinga-linga-ling, a probar otra vez.