
Edición Sunset
Octubre 2025
Sitio web sobre cine clásico, jazz y los artistas del pasado.
Todos los meses, una nueva edición.

Los monstruos clásicos de Universal
Llegó la spooky season y tenemos los monstruos emblema de los años 30. Pasen y descubran cuatro películas esenciales del terror clásico.
Nicholas Brothers – Jumpin’ Jive
Para estos dos solo tenemos sorpresa y admiración. No se puede caminar el sendero del tap sin encontrarse con los Nicholas Brothers, dos reyes absolutos de este baile, la acrobacia y el entretenimiento. Aquí los disfrutamos en Stormy Weather (1943) junto a Cab Calloway interprentado Jumpin’ Jive y haciendo los saltos en escalera más famosos que ha visto el musical.

Madres en el cine clásico: 6 películas
Celebramos el mes de las madres con seis historias que ponen en el centro a esta figura, así como su entrega, sacrificio y coraje.
Some of These Days – Sophie Tucker
Si viajáramos en el tiempo hacia el mejor momento del vaudeville, nos encontraríamos con esta red hot mamma interpretando su canción insignia, Some of These Days. En el programa de Ed Sullivan en 1952, Sophie la canta de una manera diferente: con un verse que nunca hace, e incluso le hace una introducción —en rima pura, por supuesto— a ese verse que presenta la canción.
All About Eve (1950) – Joseph L. Mankiewicz

Setenta y cinco años han pasado desde que Bette Davis encendió un cigarrillo con la elegancia de Margo Channing, una actriz de teatro, mujer moderna, neurótica y libre, una figura que aún hoy parece más viva que muchas protagonistas contemporáneas. En su cuerpo encarnó a una mujer que envejece sin esconderse, que desea sin culpa y que decide libremente.
All About Eve (1950), dirigida por Joseph L. Mankiewicz, es una de esas películas que se filmaron una vez y trascendieron para siempre. No solo por su precisión narrativa o por las catorce nominaciones al Oscar que la convirtieron en leyenda, sino porque en su corazón late una pregunta que todavía incomoda: ¿qué hace una mujer cuando la luz del escenario empieza a apagarse?
Mankiewicz, amante de la palabra y del artificio, construyó su película como un espejo dentro de otro espejo. Lo que parece una historia sobre el teatro, donde una actriz consagrada, una fan que se infiltra en su vida, un coro de aduladores y traidores se enfrentan, es también un retrato feroz de la industria del espectáculo, del modo en que se fabrican y se destruyen a los ídolos. Al mismo tiempo, la película encarna la identidad de Mankiewicz. Cada plano refleja una elección de punto de vista, y decidir qué mostrar y qué dejar fuera del cuadro es casi un acto moral.
All about Eve es en realidad todo sobre Margo, que vive para el escenario y florece de noche. Su mundo son los camarines, las luces frías y los brindis. Pero en torno a ella gravitan otras mujeres que la sostienen, que la desafían o que la traicionan: Karen, la esposa del dramaturgo que le ofrece amistad, y la joven Eve, esa admiradora que llega para robarle no solo el papel sino la vida. En ese triángulo femenino se juega una tensión entre generaciones, entre el deseo y el miedo, entre la mujer que fue y la que quiere seguir siendo.
Lo que resulta fascinante al mirar All About Eve hoy es comprobar que el cine clásico ya contaba estas historias de mujeres que trabajan, que aman, que envejecen, que compiten. Mucho antes de que la comunidad de Twitter necesitara inventar que no había “cine de mujeres”, Mankiewicz filmaba la ambición femenina con una mezcla de fascinación y observación.
El director parecía entender que el público suele confundir esa ambición con vanidad, cuando en realidad la primera es el pulso mismo del arte. En Margo, la ambición no tiene que ver con el prestigio ni con la fama, sino con la necesidad de permanecer viva en ese mundo al que amó más que a sí misma. Sabe que la única manera de no morir del todo es seguir en escena, aun cuando las luces empiezan a apagarse. Por suerte, la magia de Bette Davis nunca se extinguirá.
Como recuerda su hijo Mike Davis: “Es mi película favorita, no solo por la intensidad y el poder de mi madre como Margo Channing, sino también porque mi padre estaba ahí y sus interacciones son simplemente clásicas. Así que abróchense el cinturón y levanten una copa por los 75 años de All About Eve”.
Oh, You Kid – Angela Lansbury
MGM, Technicolor y una Angela Lansbury a puro burlesque en The Harvey Girls (1946), musical protagonizado por Judy Garland. Aquí, la voz de Angela fue doblada por Virginia Reese. Si pueden, no se pierdan el musical completo que es diversión pura.
For Me and My Gal (1942) – Busby Berkeley

Lo atemporal está sobrevalorado. Bueno, eso tal vez sea más una exageración que mi opinión, pero sí creo que no siempre se valora como corresponde al arte «datado» o «fechado», como les gusta decir en inglés. No solo es valioso aquello que trasciende las generaciones con nuevas interpretaciones y que propone una apariencia de «universal».
En realidad, ningún arte puede ser atemporal ni universal, ya que constantemente estamos reiterpretándolo según la visión de las nuevas épocas, pero eso es otra historia, diría Moustache en Irma la Douce. A veces es interesante, e incluso, necesario, mirar películas que se interpretan casi exclusivamente según la lógica de su época, y que seamos nosotros los que tengamos que adaptarnos al arte, y no el arte a nosotros.
La primera película de Gene Kelly y la primera de Judy Garland en rol adulto es lo que podríamos llamar a priori una propaganda norteamericana de la guerra. De hecho, el cierre es una invitación a comprar bonos de guerra en el cine en el que se pasa la película. Tal vez sea porque es un musical, y porque protagonizan Judy y Gene, pero yo veo mucho más que una pieza propagandística en For Me and My Gal de Busby Berkeley.
De forma similar a Yankee Doodle Dandy, del mismo año, el film mezcla dos elementos clave de la historia norteamericana de principios del siglo XX: el vaudeville y la guerra, dos elementos que expresan los dos sectores en los que el país se ha vuelto potencia: la política y el entretenimiento. Mientras que la de Warner toma más la forma de biopic en homenaje a George M. Cohan, la de MGM se centra en una pareja, el romance, los anhelos de triunfar en el mundo del espectáculo y el modo en el que la guerra irrumpe en esos deseos.
Como mencioné, este es el debut de Gene en la pantalla grande, quien venía de hacer de un engreído en Pal Joey, en Broadway, y toma un rol similar en su primera película. Su papel es el de quien parece anteponer su éxito a todo, incluso a las personas que quiere. En eso, descubre que peor que no llegar a actuar en The Palace —el escenario del vaudeville al que llegaban los mejores— es ser un cobarde cuando irrumpe guerra. Allí aparece, si se quiere, la «bajada de línea»: está mal no querer ir a la guerra por motivos personales. Sin embargo, esta motivación está perfectamente ligada dentro de la trama. Su reacción tiene sentido por la construcción que se hizo de su personaje y de la situación del personaje de Judy, para quien su abandono se vuelve más doloroso, casi insoportable.
El argumento tampoco escatima en personajes elaborados. El que más me llama la atención es el de George Murphy, amigo de Judy, que va apareciendo en distintos momentos de la historia. En un comienzo, expresa un interés romántico por ella. Luego sigue jugando de amigo pero le advierte directamente que Gene no es buena persona. Sobre el final, en una de las mejores escenas del film, él genera el reencuentro de los enamorados. Antes, ambos comparten una charla honesta en la que cada vez que Gene quiere hablar, él lo interrumpe y lo frena de alguna manera, casi como diciendo «ahora me toca hablar a mí así que prestá atención» para que seamos nosotros los que prestemos atención a sus palabras. Es en este momento que dice una frase que sorprende en un contexto bélico: «Aquí no hay ni héroes ni cobardes», y da una reivindicación de la postura de Gene como antesala del perdón que pronto le dará Judy. Es en esta complejidad donde creo que el film se resiste a ser una mera propaganda.
Como corresponde a una película que es también sobre el vaudeville, tiene un alto nivel de espectáculo. El toque Busby se nota en los acercamientos hacia Judy en los que ella casi que nos mira a nosotros y, por supuesto, en ese profundo sentir norteamericano hecho show, desde los números musicales hasta el uso de material de archivo de la gran guerra. Además, nos deja dos de los números más emblemáticos de la pareja: Ballin’ the Jack y el que lleva el título de la película. Por su importancia histórica —y me refiero a la historia del cine, el nuevo gran espectáculo norteamericano de mitad de siglo— y por la ternura de dos enamorados para quienes suenan todas las campanas, For Me and My Gal merece hoy ser vista, disfrutada y reivindicada, sin ningún lente moderno.
Bing Crosby & Dean Martin – Al Jolson Medley
Dos grandes rinden tributo a otro grande del entretenimiento en este medley plagado de éxitos de antaño, incluidos Alexander’s Ragtime Band, Swanee y April Showers.
The Awful Truth (1937) – Leo McCarey

La verdad menos lógica del amor
Qué fruta noble las comedias románticas de los años treinta. Cuando pierdan la fe en el género, vuelvan a esa época. Está todo ahí: el carisma de los actores, la precisión de los diálogos, la comedia física que no necesitaba explicarse, la tensión entre el deseo y el orgullo, las idas y vueltas de parejas que se pierden para reencontrarse. Fue la década en la que Hollywood entendió que el amor, más que un lugar de destino, era un debate, una negociación constante entre dos egos que aprenden a ceder sin perder su esencia.
Entre tantas joyas, The Awful Truth (1937) se alza como una pequeña obra maestra. Dirigida por Leo McCarey, el mismo que años más tarde haría suspirar al mundo con An Affair to Remember, esta película es una cátedra de lo que el director más sabía hacer: capturar la naturaleza contradictoria del amor humano. McCarey no juzgaba, no moralizaba, él solo observaba con humor e inteligencia. Pero en ese hilo afable hay una profundidad casi filosófica sobre el amor.
La historia es sencilla, casi cotidiana y que se encuentra a la vuelta de la esquina. Un matrimonio perfecto a los ojos del mundo, conformado por Cary Grant e Irene Dunne, empieza a resquebrajarse por un malentendido. La sospecha de infidelidad, la falta de confianza, la necesidad de tener razón, todo eso se mezcla en una comedia de ritmo impecable. En uno de los momentos más brillantes, antes de que firmen el divorcio, ella le dice: “Me has pillado en una verdad, y al parecer no hay nada menos lógico que la verdad. Esa frase resume el espíritu del film, esa profundidad casi filosófica a la que me refería. El amor no es lógico y la verdad tampoco. Las relaciones se sostienen en un terreno movedizo donde lo importante no es tener razón, sino tener esa lealtad para poder decirte ‘las verdades más feas’.
McCarey filma esa fragilidad con una ligereza prodigiosa. Cada gag, cada entrada y salida de los personajes, cada equívoco, funciona como una radiografía emocional. El espectador se ríe, y mucho, pero detrás del humor hay algo que duele. Cuando los protagonistas discuten quién se queda con el perro, no solo están peleando por una mascota, sino por la última chispa que los une. El perrito se convierte en un símbolo de esa confianza perdida, del vínculo que resiste a pesar de todo.
A diferencia de otras comedias, The Awful Truth pertenece a una subtrama que floreció en esos años: las comedias de “re-matrimonio”. Acá los personajes se divorcian solo para descubrir, con ironía, que no pueden vivir separados. En títulos como His Girl Friday, The Philadelphia Story o The Palm Beach Story, el amor aparece no como un final feliz, sino como un proceso de aprendizaje. En ese sentido, McCarey fue un pionero. El realizador entendió que el romanticismo no está en evitar los conflictos, sino en atravesarlos con humor, y en reconocer que, incluso cuando todo parece perdido, puede haber ternura en medio del caos.
El film también marcó un momento importante en la carrera de Cary Grant, que a partir de esta película empezó a moldear esa figura de galán irónico que lo acompañaría por décadas. Su elegancia no está solo en el traje, sino en la capacidad de reírse de sí mismo. Irene Dunne, con su mezcla de picardía y melancolía, encarna a una heroína moderna, dueña de su deseo y de su vida. La escena en la que se hace pasar por la “hermana” de Grant, una secuencia delirante, casi wilderiana, es puro desparpajo, pero también un acto de amor disfrazado de sentido de humor que caracteriza a toda la película.
The Awful Truth nos recuerda que la comedia puede ser tan profunda como el drama porque, cuando nace de la vulnerabilidad, ilumina las verdades más hondas de cualquier vínculo. McCarey filmaba las relaciones con esa perspectiva del amor imperfecto, el que se vive, se tropieza, se reconstruye.
Y quizás ahí radique ese encanto eterno que tiene. Cuando todo parece enredarse, cuando el orgullo gana terreno y el amor tambalea, siempre queda ese sentido del humor y esa verdad menos lógica del amor. Después de todo, ¿qué puede ser más absurdo y verdadero que amar?
This is All I Ask – Ethel Merman
Y todo lo que yo pido es más de Ethel, su emoción y talento. No todo es volumen y alto impacto cuando se trata de la Primera Dama del Musical. De vez en cuando también nos deleita con una mezcla de delicadeza y fuerza atravesada por la emoción. Ese es el caso de This is All I Ask, canción de Gordon Jenkins que Ethel interpretó en lo de Ed Sullivan en 1967.
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100 años de MGM
Junto a Mery Linares, repasamos 15 de las películas más emblemáticas del estudio del león, a 100 años de su surgimiento.














