En esta ocasión, nos toca celebrar a Dame Olivia Mary de Havilland -no, su nombre no era artístico- que nació el 1 de julio de 1916. Su carrera como actriz de cine se extendió desde mediados de los años 1930s hasta fines de los años 1980s.
Su debut en la pantalla grande fue en 1935 con la versión de Max Reinhardt de A Midsummer Night’s Dream. A finales de la década y principio de los años 1940s, trabajó en varias películas junto a Errol Flynn, como Captain Blood (1935), The Adventures of Robin Hood (1938) y Dodge City (1939), todas dirigidas por Michael Curtiz y producidas por Warner Bros. Ambos se consolidaron como una pareja emblemática y trabajaron juntos en ocho películas.
Para esta altura, Olivia empezó a cansarse de ser encasillada en el mismo tipo de papeles que le ofrecía la Warner. Sus roles eran siempre el interés romántico del personaje principal y no tenían gran complejidad. Motivada por este aburrimiento, en 1938 consiguió uno de los roles más importantes de su carrera: el de Melanie Hamilton en Gone with the Wind.
Durante sus años en la Warner, Olivia rechazó algunos papeles que no le interesaban, lo que causó que la suspendieran por determinados periodos de tiempo. Al concluir los siete años de contrato con el estudio, le informaron que le habían agregado seis meses por sus suspensiones.
En 1943, Olivia demandó al estudio con el argumento de que no estaba obligada a seguir bajo contrato debido a una ley que prohibía al empleador retener a un empleado por más de siete años. Finalmente, la corte falló a favor de ella y la regla de los siete años se convirtió en una ley que hoy lleva su nombre.
Luego de su paso por los tribunales, fue difícil para la actriz conseguir trabajo por un tiempo, pero en 1946 obtuvo su primer Oscar por To Each His Own, de Mitchell Leisen. En la misma época, trabajó en dos thrillers psicológicos: The Dark Mirror (1946), de Robert Siodmak, y The Snake Pit (1948) de Anatole Litvak.
Su segundo premio de la Academia llegó con The Heiress (1949) de William Wyler. Este film es un drama de época basado en la novela Washington Square de Henry James que protagonizó junto a Montgomery Clift.
Durante los años siguientes, continuó trabajando tanto en la pantalla grande como en las tablas de Broadway. Sus últimos roles en películas fueron en dos thrillers de 1964: Lady in a Cage de Walter Grauman y Hush…Hush, Sweet Charlotte de Robert Aldrich, en donde trabajó junto con su querida amiga, Bette Davis.
Su trabajo continuó en televisión hasta su retiro a finales de los años 1980s. Como una de las últimas estrellas del Hollywood dorado en pisar la tierra, Olivia vivió hasta los 104 años y nos dejó en 2020. Su legado y relevancia en la historia del cine todavía persisten.
Gone with the Wind (1939)
1939 es habitualmente considerado el mejor año en el cine de Hollywood. Gran parte de esta fama tiene como base el clásico Gone with the Wind, dirigido por Victor Fleming y protagonizado por Vivien Leigh, Clark Gable, Leslie Howard y Olivia de Havilland.
Nadie puede discutir que Olivia era la elección perfecta para el rol de Melanie Hamilton. Sin embargo, no fue fácil para ella llegar al set de Gone with the Wind.
Cuando comenzó el proceso de casting y producción, Olivia estaba bajo contrato con la Warner Bros y tuvo que suplicar al jefe del estudio Jack L. Warner que le permitiera trabajar con David O. Selznick, productor del film. En una primera instancia, Warner estaba completamente negado a aceptar el pedido de Olivia, pero ella acudió a la esposa de Warner y juntas lo convencieron.
A diferencia de la mayor parte de las actrices, Olivia no tenía interés en interpretar a Scarlett O’Hara. Al haber tenido que llevar adelante su carrera sola durante cuatro años, ya conocía en su vida gran parte de lo que Scarlett representaba. En cambio, Melanie era diferente.
Scarlett es un personaje centrado sobre sí mismo y así lo requieren las difíciles situaciones que enfrenta, pero Melanie siempre está pensando en los demás. El contraste entre ambos personajes se produce en medio de conflictos como la guerra, la pobreza, el desamor, y es lo que da forma a gran parte de la trama. Frente a la hostilidad de Scarlett, Melanie siempre responde con amabilidad.
Para Olivia, la personalidad de Scarlett era algo familar, pero la bodad y compasión de Melanie eran cada vez más difíciles de encontrar en la vida. Interpretar el personaje era una oportunidad de mantener vivas esas virtudes a través de su trabajo.
«La cuestión principal es que ella siempre estaba pensando en el otro y lo interesante para mí es que era una persona feliz. Scarlett no era una mujer feliz, siempre centrada en sí misma y preocupada. Pero allí está Melanie, orientada hacia los demás, una mujer feliz» (Olivia en la entrevista para Academy of Achievements).
Frente a los personajes repetitivos y aburridos que le proponía la Warner, Melanie Hamilton significaba una novedad y un desafío. Si bien ella podía interpretar a la pareja romántica maravillosamente, quería mostrar que podía ir más allá y representar roles más complejos, que enfretaran dificultades y tuvieran motivaciones. Su interpretación en Gone with the Wind es una prueba de ello.