
Edición Sunset
Febrero 2025
Una entrega mensual online con información y recomendaciones sobre cine clásico, jazz y los artistas del pasado.

Joan Bennett
En esta edición queremos destacar a Joan Bennett, una actriz que transitó diferentes formatos, géneros y estilos, y que forma parte tal vez de un sector más escondido del cine clásico.
Nacida en el seno de una familia de artistas -sus padres eran actores y sus hermanas eran Constance y Barbara Bennett-, tuvo su debut en el escenario en Broadway a los 18 años, y pocos años más tarde ya brillaba en la gran pantalla en películas del pre-code como Disraeli (1929) y Moby Dick (1930), a la par de John Barrymore.
Durante esta época, firmó contrato con Fox Film y protagonizó, junto a Spencer Tracy, She Wanted a Millionaire (1932) y Me and My Gal (1932). En 1933, salió del estudio para interpretar a Amy en Little Women (1933), bajo la dirección de George Cukor en RKO.
Este rol llamó la atención de Walter Wanger -productor de, entre muchas otras, Queen Christina (1933), Stagecoach (1939) y Cleopatra (1963)-, bajo cuya producción Joan realizó Private Worlds (1935) de Gregory La Cava, que incluía un reparto de lujo: Claudette Colbert, Charles Boyer y Joel McCrea. También trabajó con su hermana Constance, Cary Grant y Walter Pidgeon en la comedia romántica Big Brown Eyes (1936) de Raoul Walsh.
Su futuro esposo Wanger y el director Tay Garnett le sugirieron realizar un cambio de look para la película Trade Winds (1938), con Fredric March, en la que su paso del rubio al morocho se incluye dentro de la trama. El nuevo cabello oscuro vino acompañado de una nueva imagen en la pantalla, que en la década siguiente evolucionó hacia la de femme fatale, especialmente dentro del noir.
Es aquí que forja una alianza creativa con uno de los maestros del género, el gran Fritz Lang, con quien hizo Man Hunt (1941), The Woman in the Window (1944), Scarlet Street (1945) y Secret Beyond the Door (1947). Aquí Joan nos probó que, entre sus múltiples facetas, podía ser la más despiadada de las femmes fatales. Otros noirs de la época incluyen The Woman on the Beach (1947) de Jean Renoir y The Reckless Moment (1949) de Max Ophüls.
Otra transformación de su screen persona llegó en la década de 1950, cuando transitó hacia roles más tiernos y familiares, principalmente en las comedias de Vincente Minnelli Father of the Bride (1950) y Father’s Little Dividend (1951), en las que se reencontró con su antiguo compañero, Spencer Tracy.
Durante los 60 pisó los estudios de televisión y su encarnación de la matriarca Elizabeth Collins Stoddard en la serie gótica Dark Shadows le otorgó reconocimiento de parte de un público renovado. Su última incursión en el séptimo arte fue en el rol de la enigmática Madame Blanc en Suspiria (1977), película de culto dirigida por Dario Argento.
Al repasar su legado, nos encontramos con una actriz que supo conquistar diversos territorios en la interpretación y que hizo funcionar el encasillamiento impuesto por los estudios a su favor. A través de sus metamorfosis y su incursión en variados géneros, nos quedamos como Edward G. Robinson al ver a aquella mujer del cuadro, absolutamente hermosa, enigmática y con una presencia que se vuelve inolvidable.
Clark Gable – Puttin’ on the Ritz
Qué no lo puede este hombre. Vamos con este fragmento de Idiots Delight (1939), comedia de la MGM con Norma Shearer y Clark Gable en la que el galán nos deleita con su versión de Puttin’ on the Ritz de Irving Berlin.

6 películas de Jack Lemmon en su centenario
La risa y el desgarro se encuentran en el mismo rostro. Los invitamos a descubrir todas las facetas de este actor entrañable con seis películas imperdibles.
Vincente Minnelli

Ha llegado el momento de rendirle homenaje a uno de los directores más reverenciados por parte de este humilde sitio, creador de las historias más inspiradoras y mágicas que nos ha dado la pantalla grande. Nos referimos al brillante Vincente Minnelli, sinónimo de musicales y MGM pero que fue también un director versátil y completo.
Como buen hijo de una familia de troupers, pisó las tablas desde pequeño y se inició en Chicago por el camino de la decoración, la pintura, la fotografía y el diseño. Se dedicó a la fotografía teatral y luego manejó el departamento de vestuario y escenografía en el Chicago Theatre.
Esta experiencia pronto abrió las puertas a la dirección de sus primeros proyectos musicales, incluidos At Home Abroad y Ziegfeld Follies of 1936, para la que hizo el vestuario pero también ofició de director. En 1937, la Paramount le ofreció un contrato para producir y dirigir pero regresó a Broadway tras negociaciones estériles con el estudio. Allí dirigió tres musicales y empezó a explorar el terreno de la fantasía y del surrealismo cuando Arthur Freed apareció para llevarlo a Hollywood como corresponde.
Su trabajo en MGM comenzó con asesoramientos en musicales como Strike Up the Band (1940) y Babes on Broadway (1941), ambas del director Busby Berkeley y protagonizadas por la pareja de jóvenes estrellas, Mickey Rooney y Judy Garland. Tras dirigir sus primeros dos musicales para el estudio, se puso detrás del lente de Meet Me in St. Louis (1944), no solo una de las películas más memorables del género, sino una en la que hizo brillar a Judy con toda la belleza del Technicolor y una amplia destreza en el movimiento de cámara. También dirigió a quien pronto sería su prometida en The Clock (1945), el primer rol dramático de la actriz y, más tarde, en el musical The Pirate (1948).
Su estilo altamente visual y sus maniobras con la cámara ya empezaron a distinguirlo como artista. La década siguiente lo halló en la comedia y el melodrama, así como en algunos de los mejores musicales de la MGM. Si bien es cierto que su género más explorado no requiere de una trama densa y compleja, sus propuestas no son meramente decorativas, sino que utilizan la belleza para crear historias que funden la nostalgia con la fantasía.
En los 50 su resplandor es total. Dirigió Father of the Bride (1950) con Spencer Tracy, Elizabeth Taylor y Joan Bennett, y el éxito continuó con An American in Paris (1951), probablemente el musical más importante de la década. En él se conjugan no solo la maestría del director y unos escenarios alucinantes, sino la de su protagonista, Gene Kelly, y la música del compositor George Gershwin. ¿Quién mejor para dirigir un ballet de casi veinte minutos inspirado en los impresionistas franceses que Minnelli?
Un desvío del musical y la comedia supuso The Bad and the Beautiful (1952), con Kirk Douglas y Lana Turner, un melodrama sobre la decadencia del mundo de Hollywood, que fue un tema no ajeno a la época. Pero si tenemos que elegir una obra que condense la mirada de Minnelli sobre el arte y la vida, allí nos topamos con The Band Wagon (1953), con Fred Astaire y Cyd Charisse, que no es solo un homenaje a Broadway sino una defensa de la honestidad del arte popular.
Lo cierto es que su filmografía es tan rica como prolífica. A las ya mencionadas le siguieron Brigadoon (1954), The Cobweb (1955), Designing Woman (1957), Gigi (1958), Some Came Running (1958), Bells Are Ringing (1960) y muchas otras.
Si de Lubitsch decían que quería más a las puertas que a los actores, de Minnelli tal vez podrán haber dicho que quería más a los decorados, pero lo que sucede al ver alguna de sus historias es la experiencia más pura del arte cinematográfico. La trama podrá ser sencilla, pero las emociones son fuertes y lo que vemos se nos queda grabado en la retina para siempre.
Ella Fitzgerald – I Love Being Here With You
La primera dama de la canción, Ella Fitzgerald, le rinde homenaje a la autora detrás del tema, Peggy Lee, y a muchos otros, en su brillante interpretación de I Love Being Here With You. La magia sucede en el programa de Ed Sullivan del 2 de febrero de 1964.

Dinah Shore
En esta ocasión, queremos enfocarnos en una cantante que marcó la música popular estadounidense de los años 40 y 50 con una dulce voz y gran carisma en televisión, y que se convirtió en la primera cantante solista exitosa de la época.
Nacida como Frances Rose Shore en Winchester, Tennessee, Dinah Shore tuvo su debut en un radio de Nashville y luego se trasladó a Nueva York. Tras no quedar seleccionada para cantar con las famosas orquestas de la época, como las de Benny Goodman o los hermanos Dorsey, decidió trazar su camino en solitario.
Durante los años 40, su carrera se centró en la radio, como vocalista y miembro regular de distintos programas de la NBC. Grabó varios éxitos, incluidos Blues in the Night, You’d Be So Nice to Come Home To y I’ll Walk Alone. Entre 1940 y 1957, invadió las listas de canciones más populares con más de 80 hits y se consolidó como una de las voces solistas más importantes de su generación.
En la década siguiente, se expandió hacia la televisión, terreno en el que desarrollaría una carrera de más de cuatro décadas. Con el estreno de su propio programa, The Dinah Shore Chevy Show, se acercó a los hogares estadounidenses y supo conectar de manera especial con su público. Su promoción de Chevrolet al final de cada programa marcó la pantalla chica de los años 50.
También tuvo su paso por la pantalla grande con participaciones musicales en Thank Your Lucky Stars (1943), Follow the Boys (1944) y Till the Clouds Roll By (1946), e incluso protagónicos como el musical Up in Arms (1944) junto a Danny Kaye.
Algunas de sus canciones más memorables incluyen Baby, It’s Cold Outside con Buddy Clark, (I Love You) For Sentimental Reasons, Buttons and Bows, Doin’ What Comes Natur’lly y The Gypsy. Con un fuerte impacto en la cultura popular estadounidense, se convirtió en una de las primeras en iniciar el formato de los cantantes solistas por fuera de las big bands y en liderar el entretenimiento musical en televisión.
Queen Christina (1933) – Rouben Mamoulian

@meryandthemovies
¡Dios salve a Greta Garbo!
En buena hora Greta regresó a la MGM para entregar una de las interpretaciones de su vida. Donde la reina actriz no caminaba, flotaba; donde no hablaba, expresaba. El director Rouben Mamoulian fue quien con su lente esculpió los encuadres más precisos que registraron la mejor Garbo, una Garbo que recitaba poesía, y tanto la corte como nosotros caímos rendidos a sus pies.
Solo la sensibilidad de Mamoulian puede retratar a una reina leyendo en la penumbra para sentirse más humana en medio de la inmensidad de su habitación donde del otro lado de la puerta el deber manda. Así es esta historia que se inspiró en la vida de la reina Cristina de Suecia.
En esta película nos mudamos a la gélida Suecia del siglo XVII, para conocer a una monarca mujer que desafía las expectativas de su tiempo: rechaza el matrimonio arreglado, prefiere la filosofía a la guerra y gobierna con una pasión que solo es equiparable a su anhelo de libertad. Pero su destino cambia cuando, en una posada cubierta de nieve, conoce a Antonio (John Gilbert), un enviado español que despierta en ella un amor tan ardoroso como imposible porque la vida «es tan gloriosamente improbable».
En ese pasaje donde se conocen Cristina y Antonio radica una de las escenas más románticas que vi en mi vida. Esta escena es un respiro de vida. Hay unas uvas que dicen más sobre el deseo que cualquier palabra. Mientras la nieve cubre el mundo de silencio, adentro el calor no viene de esa chimenea sino de dos almas que se descubren sin saberlo. Y ese plano que nos deja afuera y se esconde tras los pliegues de las cortinas es todo lo que el cine nos puede dar para sentir. Y si de sentir hablamos, que nadie me saque de la memoria como Garbo recorre cada esquina de la habitación es la poesía más sentida que vieron mis ojos. «He estado memorizando esta habitación. En el futuro, en mi memoria, viviré mucho en esta habitación…», dice la reina. John Gilbert la mira, espeluznado por la desnudez de ternura del personaje de Garbo, y mientras escribo estas líneas, sé que viviré mucho en esta película.
Pero nada como el final. En un mar de tragedia, ese plano no es un adiós, es el precio de la libertad suspendida en un rostro.

John Barrymore es Hamlet

El menor del trío de hermanos Barrymore que marcó las tablas y la pantalla a principios de siglo XX, también conocido como The Great Profile, damas y caballeros, con ustedes: John Barrymore. Y no cualquier John Barrymore.
Tras sus primeros trabajos en el teatro eduardiano, John realizó una serie de producciones británicas, entre las que se encontraba su inolvidable Hamlet de 1922. A partir de allí, lo llamaron con un epíteto previo al del gran perfil: the greatest living American tragedian.
Luego de seis meses de preparación, la obra se estrenó en noviembre de 1922, bajo dirección de Arthur Hopkins, fue un éxito rotundo y duró 101 funciones, para romper el récord de 100. Los críticos recordaron el estreno como un evento memorable en la historia del teatro.
El Hamlet de Barrymore era un tipo común, un «joven normal, sano y vigoroso que simplemente se metió en un lío demasiado grande para él», en palabras del actor. Así lo entendió Orson Welles también, quien lo destacó como su Hamlet favorito y lo definió como «un hombre de genio que resultó ser un príncipe».
En el mayor encanto del teatro reside también su mayor tragedia: nada puede registrar y capturar la escencia de su acontecimiento. A diferencia del cine, es efímero y sucede solo en el momento en el que se llenan las butacas. Con el teatro de la época que cubrimos aquí, apenas nos quedan registros fragmentarios.
Es por eso que puede que el gran Hamlet del siglo XX esté perdido en la historia, aunque no del todo. Los destellos de su icónico personaje acompañaron a Barrymore durante toda su carrera. A continuación pueden ver una prueba de 1933 para una película que no se hizo, así como escuchar una grabación del soliloquio To be, or not to be de 1937.
Freaks (1932) – Tod Browning


@capicomenta
Apenas un año después de dirigir la primera versión autorizada de Drácula, Tod Browning brilló con otro gran exponente del cine de terror. Freaks o Fenómenos llegó a la pantalla grande en 1932 para cuestionar todos los parámetros conocidos para el género y desatar una polémica que la perseguiría por varias décadas.
A noventa y tres años de su estreno, la también llamada La parada de los monstruos sigue atrayendo adeptos, ya sea por curiosidad o por amor hacia el terror. Su aniversario nos da la excusa perfecta para volver a visitarla o verla por primera vez.
Los antecedentes
Explorando un poco la filmografía de Browning, podemos comprobar que el maestro del terror sentía una obvia fascinación por el mundo del circo, los freak shows y los artistas de feria, una temática que exploró en varias películas que precedieron a Freaks, incluidas joyas como The Unholy Three (1925) y The Unknown (1927).
Ahora bien, hay un elemento en particular que diferenció a Fenómenos de sus otras películas con temática circense: Browning eligió actores con malformaciones físicas o enfermedades reales —como enanismo, microcefalia o gemelos siameses— para interpretar a la mayoría de los personajes, una decisión que resultó extremadamente controversial. Al momento de su estreno, el film no solo fue destrozado por la crítica y un fracaso en taquilla, sino que fue censurado y prohibido en Estados Unidos y Reino Unido.
Bienvenidos a la parada de los monstruos
Basada en el cuento Spurs (1923) de Tod Robbins, la historia sigue a Hans (Harry Earles, que ya había colaborado con Browning en The Unholy Three), un hombre enano que trabaja en un circo junto a su novia Freida (Daisy Earles) y sus amigos. Pero lo que parece una armoniosa vida da un giro cuando, tras convertirse en el heredero de una gran fortuna, se ve atrapado en una siniestra trama de engaños orquestada por la ambiciosa trapecista Cleopatra. Hans, flechado por esta última, se casa con ella sin sospechar sus verdaderas intenciones, lo que desencadena una espiral de traición y venganza cuando él y sus compañeros de circo descubren el macabro plan de la trapecista para asesinarlo y quedarse con su herencia.
Sumergirnos en la trama nos lleva inevitablemente a hablar de ese final, un tercer acto que resulta impactante hasta el día de la fecha y que creo fue responsable, al menos en parte, del disgusto de la gente de la época. Tod Browning se las ingenió para ofrecernos una historia que contempla mucho más que provocar un par de sustos porque Freaks va mucho más allá del género terror: hay espacio para el shock, la indignación, el drama, el romance, la comedia e incluso una moraleja, para quien sepa mirar de cerca.
La reivindicación
La revancha del filme llegó treinta años más tarde, cuando fue proyectado en el Festival de Venecia de 1962 y redescubierto como una obra maestra. Desde entonces, sin importar cuántos años pasen, Freaks sigue siendo homenajeada y nos invita a la reflexión… ¿Quiénes son los verdaderos monstruos: aquellos con malformaciones físicas o quienes los desprecian y maltratan? ¿No es la verdadera aberración la falta de empatía y humanidad? ¿Fue la intención de Browning abrazar la diversidad o simplemente explotar a sus actores? Prefiero creer en la primera.
“Ellos tienen un código: lo que le haces a uno se lo haces a todos”
Dinah Shore y Mahalia Jackson – Come On Children, Let’s Sing
Dos estilos vocales muy diversos unidos por una sola canción de alabanza y un dúo televisivo excepcional: Dinah Shore invita a la reina de Gospel, Mahalia Jackson, a su programa en 1959 y juntas interpretan Come On Children, Let’s Sing. Dos artistas que saben muy bien sobre qué cantar.
Mercado de Abasto (1955) – Lucas Demare

Continuamos esta bella sección con un peliculón del cine nacional. Tita Merello y Pepe Arias protagonizan un drama que es también una comedia, un romance y, un poco, un noir. Tiene la dirección del gran Lucas Demare y se estrenó el 3 de febrero de 1955.
Mercado de Abasto nos lleva a recorrer este proveedor de frutas y verduras ícono de la Buenos Aires del siglo XX y a conocer a quienes se ganan el mango allí. Entre ellos se encuentran Paulina, una vendedora de pollos que se enamora de un rufián, y Lorenzo, un dueño de un negocio de frutas que la quiere en secreto y tiene intrincados problemas con el cobrador de impuestos.
La trama oscila entre la comedia más brillante y los diálogos más veloces, con la cadencia única del decir del alucinante Pepe Arias, y el drama más intenso en las peripecias que puede enfrentar una mujer que -hoy diríamos, pese a las gigantes red flags– elige mal en el amor. Hay un momento cerca de la mitad del film que condensa este cóctel de registros y emociones; tiene que ver con Pepe, un funeral y una cámara sublime. Un humor exquisito.
En la mezcla de géneros también tenemos un chispazo de musical, con un número que quedó para la historia. En medio de una competencia de picnics con el Mercado del Plata, Tita se adueña de la orquesta de los adversarios -que es la de Francisco Canaro, autor de la milonga- para interpretar su inolvidable y contundente Se dice de mí.
Los personajes están envueltos en profundos aires porteños: los inmigrantes, el acento y el voseo no nos dejan dudar de cuál es mundo en el que estamos inmersos. En él se abre paso una bella historia de entrega, cariño, cuidado y sacrificio, con un constante y afilado humor argentino.
Bringing Up Baby (1938) – Tráiler y reseña
¿La screwball comedy definitiva? Sin dudas tiene todos los elementos. Cary Grant, Katharine Hepburn, una serie de alborotos absurdos, un leopardo y un romance que surge en medio de una aparente batalla de los sexos. Howard Hawks nos regala una de las mejores comedias de los años 30 con Bringing Up Baby.

100 años de MGM
Junto a Mery Linares, repasamos 15 de las películas más emblemáticas del estudio del león, a 100 años de su surgimiento.
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Actores y actrices del cine clásico





