Ella Fitzgerald – I Love Being Here With You
La primera dama de la canción, Ella Fitzgerald, le rinde homenaje a la autora detrás del tema, Peggy Lee, y a muchos otros, en su brillante interpretación de I Love Being Here With You. La magia sucede en el programa de Ed Sullivan del 2 de febrero de 1964.

Dinah Shore
En esta ocasión, queremos enfocarnos en una cantante que marcó la música popular estadounidense de los años 40 y 50 con una dulce voz y gran carisma en televisión, y que se convirtió en la primera cantante solista exitosa de la época.
Nacida como Frances Rose Shore en Winchester, Tennessee, Dinah Shore tuvo su debut en un radio de Nashville y luego se trasladó a Nueva York. Tras no quedar seleccionada para cantar con las famosas orquestas de la época, como las de Benny Goodman o los hermanos Dorsey, decidió trazar su camino en solitario.
Durante los años 40, su carrera se centró en la radio, como vocalista y miembro regular de distintos programas de la NBC. Grabó varios éxitos, incluidos Blues in the Night, You’d Be So Nice to Come Home To y I’ll Walk Alone. Entre 1940 y 1957, invadió las listas de canciones más populares con más de 80 hits y se consolidó como una de las voces solistas más importantes de su generación.
En la década siguiente, se expandió hacia la televisión, terreno en el que desarrollaría una carrera de más de cuatro décadas. Con el estreno de su propio programa, The Dinah Shore Chevy Show, se acercó a los hogares estadounidenses y supo conectar de manera especial con su público. Su promoción de Chevrolet al final de cada programa marcó la pantalla chica de los años 50.
También tuvo su paso por la pantalla grande con participaciones musicales en Thank Your Lucky Stars (1943), Follow the Boys (1944) y Till the Clouds Roll By (1946), e incluso protagónicos como el musical Up in Arms (1944) junto a Danny Kaye.
Algunas de sus canciones más memorables incluyen Baby, It’s Cold Outside con Buddy Clark, (I Love You) For Sentimental Reasons, Buttons and Bows, Doin’ What Comes Natur’lly y The Gypsy. Con un fuerte impacto en la cultura popular estadounidense, se convirtió en una de las primeras en iniciar el formato de los cantantes solistas por fuera de las big bands y en liderar el entretenimiento musical en televisión.
Queen Christina (1933) – Rouben Mamoulian

@meryandthemovies
¡Dios salve a Greta Garbo!
En buena hora Greta regresó a la MGM para entregar una de las interpretaciones de su vida. Donde la reina actriz no caminaba, flotaba; donde no hablaba, expresaba. El director Rouben Mamoulian fue quien con su lente esculpió los encuadres más precisos que registraron la mejor Garbo, una Garbo que recitaba poesía, y tanto la corte como nosotros caímos rendidos a sus pies.
Solo la sensibilidad de Mamoulian puede retratar a una reina leyendo en la penumbra para sentirse más humana en medio de la inmensidad de su habitación donde del otro lado de la puerta el deber manda. Así es esta historia que se inspiró en la vida de la reina Cristina de Suecia.
En esta película nos mudamos a la gélida Suecia del siglo XVII, para conocer a una monarca mujer que desafía las expectativas de su tiempo: rechaza el matrimonio arreglado, prefiere la filosofía a la guerra y gobierna con una pasión que solo es equiparable a su anhelo de libertad. Pero su destino cambia cuando, en una posada cubierta de nieve, conoce a Antonio (John Gilbert), un enviado español que despierta en ella un amor tan ardoroso como imposible porque la vida «es tan gloriosamente improbable».
En ese pasaje donde se conocen Cristina y Antonio radica una de las escenas más románticas que vi en mi vida. Esta escena es un respiro de vida. Hay unas uvas que dicen más sobre el deseo que cualquier palabra. Mientras la nieve cubre el mundo de silencio, adentro el calor no viene de esa chimenea sino de dos almas que se descubren sin saberlo. Y ese plano que nos deja afuera y se esconde tras los pliegues de las cortinas es todo lo que el cine nos puede dar para sentir. Y si de sentir hablamos, que nadie me saque de la memoria como Garbo recorre cada esquina de la habitación es la poesía más sentida que vieron mis ojos. «He estado memorizando esta habitación. En el futuro, en mi memoria, viviré mucho en esta habitación…», dice la reina. John Gilbert la mira, espeluznado por la desnudez de ternura del personaje de Garbo, y mientras escribo estas líneas, sé que viviré mucho en esta película.
Pero nada como el final. En un mar de tragedia, ese plano no es un adiós, es el precio de la libertad suspendida en un rostro.

John Barrymore es Hamlet

El menor del trío de hermanos Barrymore que marcó las tablas y la pantalla a principios de siglo XX, también conocido como The Great Profile, damas y caballeros, con ustedes: John Barrymore. Y no cualquier John Barrymore.
Tras sus primeros trabajos en el teatro eduardiano, John realizó una serie de producciones británicas, entre las que se encontraba su inolvidable Hamlet de 1922. A partir de allí, lo llamaron con un epíteto previo al del gran perfil: the greatest living American tragedian.
Luego de seis meses de preparación, la obra se estrenó en noviembre de 1922, bajo dirección de Arthur Hopkins, fue un éxito rotundo y duró 101 funciones, para romper el récord de 100. Los críticos recordaron el estreno como un evento memorable en la historia del teatro.
El Hamlet de Barrymore era un tipo común, un «joven normal, sano y vigoroso que simplemente se metió en un lío demasiado grande para él», en palabras del actor. Así lo entendió Orson Welles también, quien lo destacó como su Hamlet favorito y lo definió como «un hombre de genio que resultó ser un príncipe».
En el mayor encanto del teatro reside también su mayor tragedia: nada puede registrar y capturar la escencia de su acontecimiento. A diferencia del cine, es efímero y sucede solo en el momento en el que se llenan las butacas. Con el teatro de la época que cubrimos aquí, apenas nos quedan registros fragmentarios.
Es por eso que puede que el gran Hamlet del siglo XX esté perdido en la historia, aunque no del todo. Los destellos de su icónico personaje acompañaron a Barrymore durante toda su carrera. A continuación pueden ver una prueba de 1933 para una película que no se hizo, así como escuchar una grabación del soliloquio To be, or not to be de 1937.
Freaks (1932) – Tod Browning


@capicomenta
Apenas un año después de dirigir la primera versión autorizada de Drácula, Tod Browning brilló con otro gran exponente del cine de terror. Freaks o Fenómenos llegó a la pantalla grande en 1932 para cuestionar todos los parámetros conocidos para el género y desatar una polémica que la perseguiría por varias décadas.
A noventa y tres años de su estreno, la también llamada La parada de los monstruos sigue atrayendo adeptos, ya sea por curiosidad o por amor hacia el terror. Su aniversario nos da la excusa perfecta para volver a visitarla o verla por primera vez.
Los antecedentes
Explorando un poco la filmografía de Browning, podemos comprobar que el maestro del terror sentía una obvia fascinación por el mundo del circo, los freak shows y los artistas de feria, una temática que exploró en varias películas que precedieron a Freaks, incluidas joyas como The Unholy Three (1925) y The Unknown (1927).
Ahora bien, hay un elemento en particular que diferenció a Fenómenos de sus otras películas con temática circense: Browning eligió actores con malformaciones físicas o enfermedades reales —como enanismo, microcefalia o gemelos siameses— para interpretar a la mayoría de los personajes, una decisión que resultó extremadamente controversial. Al momento de su estreno, el film no solo fue destrozado por la crítica y un fracaso en taquilla, sino que fue censurado y prohibido en Estados Unidos y Reino Unido.
Bienvenidos a la parada de los monstruos
Basada en el cuento Spurs (1923) de Tod Robbins, la historia sigue a Hans (Harry Earles, que ya había colaborado con Browning en The Unholy Three), un hombre enano que trabaja en un circo junto a su novia Freida (Daisy Earles) y sus amigos. Pero lo que parece una armoniosa vida da un giro cuando, tras convertirse en el heredero de una gran fortuna, se ve atrapado en una siniestra trama de engaños orquestada por la ambiciosa trapecista Cleopatra. Hans, flechado por esta última, se casa con ella sin sospechar sus verdaderas intenciones, lo que desencadena una espiral de traición y venganza cuando él y sus compañeros de circo descubren el macabro plan de la trapecista para asesinarlo y quedarse con su herencia.
Sumergirnos en la trama nos lleva inevitablemente a hablar de ese final, un tercer acto que resulta impactante hasta el día de la fecha y que creo fue responsable, al menos en parte, del disgusto de la gente de la época. Tod Browning se las ingenió para ofrecernos una historia que contempla mucho más que provocar un par de sustos porque Freaks va mucho más allá del género terror: hay espacio para el shock, la indignación, el drama, el romance, la comedia e incluso una moraleja, para quien sepa mirar de cerca.
La reivindicación
La revancha del filme llegó treinta años más tarde, cuando fue proyectado en el Festival de Venecia de 1962 y redescubierto como una obra maestra. Desde entonces, sin importar cuántos años pasen, Freaks sigue siendo homenajeada y nos invita a la reflexión… ¿Quiénes son los verdaderos monstruos: aquellos con malformaciones físicas o quienes los desprecian y maltratan? ¿No es la verdadera aberración la falta de empatía y humanidad? ¿Fue la intención de Browning abrazar la diversidad o simplemente explotar a sus actores? Prefiero creer en la primera.
“Ellos tienen un código: lo que le haces a uno se lo haces a todos”
Dinah Shore y Mahalia Jackson – Come On Children, Let’s Sing
Dos estilos vocales muy diversos unidos por una sola canción de alabanza y un dúo televisivo excepcional: Dinah Shore invita a la reina de Gospel, Mahalia Jackson, a su programa en 1959 y juntas interpretan Come On Children, Let’s Sing. Dos artistas que saben muy bien sobre qué cantar.
Mercado de Abasto (1955) – Lucas Demare

Continuamos esta bella sección con un peliculón del cine nacional. Tita Merello y Pepe Arias protagonizan un drama que es también una comedia, un romance y, un poco, un noir. Tiene la dirección del gran Lucas Demare y se estrenó el 3 de febrero de 1955.
Mercado de Abasto nos lleva a recorrer este proveedor de frutas y verduras ícono de la Buenos Aires del siglo XX y a conocer a quienes se ganan el mango allí. Entre ellos se encuentran Paulina, una vendedora de pollos que se enamora de un rufián, y Lorenzo, un dueño de un negocio de frutas que la quiere en secreto y tiene intrincados problemas con el cobrador de impuestos.
La trama oscila entre la comedia más brillante y los diálogos más veloces, con la cadencia única del decir del alucinante Pepe Arias, y el drama más intenso en las peripecias que puede enfrentar una mujer que -hoy diríamos, pese a las gigantes red flags– elige mal en el amor. Hay un momento cerca de la mitad del film que condensa este cóctel de registros y emociones; tiene que ver con Pepe, un funeral y una cámara sublime. Un humor exquisito.
En la mezcla de géneros también tenemos un chispazo de musical, con un número que quedó para la historia. En medio de una competencia de picnics con el Mercado del Plata, Tita se adueña de la orquesta de los adversarios -que es la de Francisco Canaro, autor de la milonga- para interpretar su inolvidable y contundente Se dice de mí.
Los personajes están envueltos en profundos aires porteños: los inmigrantes, el acento y el voseo no nos dejan dudar de cuál es mundo en el que estamos inmersos. En él se abre paso una bella historia de entrega, cariño, cuidado y sacrificio, con un constante y afilado humor argentino.
Bringing Up Baby (1938) – Tráiler y reseña
¿La screwball comedy definitiva? Sin dudas tiene todos los elementos. Cary Grant, Katharine Hepburn, una serie de alborotos absurdos, un leopardo y un romance que surge en medio de una aparente batalla de los sexos. Howard Hawks nos regala una de las mejores comedias de los años 30 con Bringing Up Baby.