El año 1953 tuvo como protagonista en la pantalla grande a Marilyn Monroe. Además del estreno de Niagara, uno de los mayores éxitos de la 20th Century Fox durante este año, sus dos películas siguientes, Gentlemen Prefer Blondes y How to Marry a Millionaire, fueron aún más exitosas y le otorgaron a la actriz el estatus de estrella.
A diferencia de la mayoría de los film noir de la época, que solían acentuar las posibilidades del blanco y negro, Niagara se filmó en Technicolor y proporciona la paleta visual vibrante que caracteriza a esta técnica de filmación. Esta elección se comprende de inmediato cuado observamos cómo la cámara aprovecha la grandeza de las cataratas para crear una atmósfera visual impactante.
Tanto la majestuosidad de las cataratas del Niágara como la belleza de Marilyn se realzan en el film y constituyen una atracción peligrosa para los protagonistas de la historia. Se trata de un noir diferente con una gran apuesta al despliegue visual.
Reseña
Niagara (1953) de Henry Hathaway es un film noir en color en el que podemos ver a ni más ni menos que a Marylin Monroe como Roose Loomis, una seductora y embustera femme fatale. También el reparto cuenta con Joseph Cotten, Jean Peters y Max Showalter.
La historia inicia con los Cutler, que van a pasar su luna de miel a las Cataratas del Niágara. Sin embargo, su viaje se verá arruinado por el matrimonio vecino, los Loomis. Tras una serie de episodios turbulentos entre la pareja, pronto descubrimos que Roose engaña a su marido George (Joseph Cotten) y que planea matarlo junto a su amante más joven. Ahora bien, Polly Cutler (Jean Peters), sin quererlo, quedará involucrada en medio de la problemática pareja.
Weller en The New York Times expresó: «Vista desde cualquier ángulo, las cataratas y Monroe dejan poco que desear a un público razonablemente atento». Las cataratas del Niágara nos brindan un paisaje y un final sublime, y sin duda alguna, la presencia de Marylin Monroe en el filme es increíble, se puede observar su gigantesco talento e imponente belleza, sin desmerecer el gran trabajo actoral de una inocente Jean Peters y un perverso Joseph Cotten.