
Se cumplen 70 años del estreno de una de las historias más livianas pero más visualmente encantadoras del maestro del suspense: To Catch a Thief, la última de tres colaboraciones del director con Grace Kelly, una de sus rubias gélidas predilectas, y también la tercera de cuatro películas protagonizadas por Cary Grant.
Desde el inicio destaca por sus impresionantes tomas en exteriores en el sur de Francia. Cary, en su rol de ex-ladrón que debe investigar una serie de robos que copian su estilo para probar su inocencia, se mueve entre las villas, las playas y las fiestas francesas tan elegantemente como un gato. Una Grace adornada por lo que solo pueden ser vestidos maravillosos de la gran Edith Head encarna a la niña rica malcriada que idealiza la vida junto al ladrón hasta que cree que este le robó y arma un escándalo. El verdadero ladrón será atrapado en una fiesta que es casi un baile de máscaras, con la ayuda clave de John Williams, cuyos roles de reparto siempre son un deleite.
Alfred Hitchcock toma una trama simple que combina el romance con el thriller pero que en el fondo no tan profundo esconde una comedia. El montaje de un gatito negro entrando y saliendo de los tejados a la par del ladrón, o el de unos fuegos artificiales especialmente ubicados, contribuyen a este aspecto, así como el final, que no es otra cosa que un chiste.
No porque la trama sea sencilla tendremos menos complejidad visual, con un tratamiento de cada plano como una pintura, un uso delicado de las luces y las sombras y ese verde característico que nos remonta a una dimensión casi onírica del cine de Hitchcock.
Para el director, sin embargo, el guiño del final tiene otra veta: «me daba cuenta de que no podía hacer un ‘happy-end’ absoluto […] Cary Grant se deja convencer, se casará con Grace Kelly, pero la suegra irá a vivir con ellos. De esta manera, es casi un final trágico». Tal vez vivir con la suegra sea una de las pesadillas de nuestro maestro del suspenso, pero a mí me cae bárbaro Jessie Royce Landis por lo que, a mi modo de ver, es el final cómico perfecto.



