
Si hablamos de presencia escénica -o en la pantalla- y de una voz tan única como reconocible… es que estamos hablando de la screen goddess Tallulah Bankhead, nacida con ese nombre el 31 de enero de 1902 en Huntsville, Alabama.
Con un humilde inicio en el cine mudo, rápidamente halló su hábitat natural arriba de las tablas en Nueva York. Durante los años 20, obtuvo una enorme fama en los teatros de Londres, que implicó salas llenas y hasta club de fans. En esta época, impresionó a todos con su interpretación de la mesera Amy en They Knew What They Wanted de Sidney Howard.
En 1931, regresó a Estados Unidos para apuntar al cine, y trabajó tanto para Paramount como para MGM. Su primera película fue el drama Tarnished Lady (1931) de George Cukor. Luego protagonizó Devil and the Deep (1932) con Gary Cooper, Charles Laughton y un joven Cary Grant. Más tarde ese mismo año, trabajó en Faithless junto a Robert Montgomery, dirigida por Harry Beaumont.
Su paso por Hollywood en la era pre-code fue breve y rápidamente decidió regresar a Broadway, aunque su trabajo siguió conectado con la tierra del cine. Su comedia romántica Forsaking All Others (1933) tuvo un éxito modesto en el teatro pero la versión cinematográfica del año siguiente, liderada por Joan Crawford, fue un fenómeno de taquilla. Lo mismo ocurriría con Jezebel (1933) y Dark Victory (1934), que fueron llevadas al cine por Bette Davis, una actriz que, tanto por el parecido físico como por los roles compartidos, quedaría asociada a la figura de Tallulah.
Sin lugar a dudas, su período más destacado en teatro llegó a fines de los años 30 con su interpretación de Regina Giddens en The Little Foxes (1939), destacada como «una de las actuaciones más electrizantes en la historia del teatro estadounidense». Este es otro rol que Bette repitió en film aunque con un carácter diferente del de la legendaria interpretación de Tallulah. La actriz continuó deslumbrando al público en The Skin of Our Teeth (1942), reafirmando su fuerza imparable en las tablas.
En 1943, decidió darle una segunda oportunidad a Hollywood. Su versatilidad y complejidad actoral quedaron evidenciadas en Lifeboat (1944), dirigida por Alfred Hitchcock, probablemente su film más recordado, filmado íntegramente en un bote con diez personas dentro de un estudio.
Otro éxito en el escenario fue su reposición de Private Lives de Noël Coward en 1948. En la última parte de su carrera incursionó en la radio con The Big Show (1950–52), un programa de variedades de alto presupuesto de la NBC que le otorgó mayor reconocimiento entre el público y nos dejó más evidencias de su personalidad única.
Siempre oscilando entre la pantalla y el escenario pero con una fuerte preferencia por este último, Tallulah jamás pasó desapercibida, ya sea en un intenso melodrama familiar o en una comedia ligera. Su ingenio, humor, presencia arrolladora y facilidad para deslizar el texto no solo son inolvidables, sino la marca de un estilo de diosa de la actuación de las que no quedan más.