Rebecca (1940) es el film que representa la arribada de Alfred Hitchcock al suelo estadounidense bajo la alianza con el legendario productor de Hollywood, David O. Selznick, cuyo periodo duró ocho años. Además, esta cinta da cuenta de las influencias del expresionismo alemán en el maestro inglés y de sus incursiones en el cine negro. En el film podemos observar todos los ingredientes tradicionales del género: sombras oscuras, ángulos inusuales, espacio claustrofóbico -pieza clave en el relato- y la sensación de una amenaza omnipresente. Esta obra maestra recibió el premio de la Academia a la Mejor Película en 1941 y fue un éxito abrazado por el público.
Rebecca se centra en la historia de una joven (Joan Fontaine) que se enamora en Montecarlo de un viudo millonario llamado Maxime de Winter (Laurence Olivier). Al contraer matrimonio, la pareja de recién casados se instala en Manderley, la mansión de Maxime en la costa de Cornualles. Todo parece indicar que una vida de ensueño estaba lista para ser comandada en el nuevo hogar. Para su sorpresa, la joven ingenua comienza a descubrir que la antigua esposa fallecida de su amado, Rebecca, no era una simple esposa, sino más bien una diosa venerada por cualquier persona que la haya conocido en aquel lugar. En especial, era adorada por la ama de llaves, la Sra. Denvers (Judith Anderson) quien se encargará de hacer de la estadía una competencia despiadada entre la nueva esposa y el fantasma de Rebecca hasta llegar ahogar a la nueva esposa en pensamientos de perplejidad.
Es así como toda esa ilusión de la nueva vida se ve opacada por la presencia fantasmagórica de Rebecca en cada esquina de la Mansión, transformando la vida de nuestra protagonista en una pesadilla opresora al punto de dudar de Maxime y su amor hacia ella. Pero el relato vira cuando el mar devuelve el cadáver ahogado de Rebecca, un suceso que sacudirá a cada individuo que orbita al fantasma de la fallecida.
Rebecca es una de las grandes proezas de Hitchcock ya que es un ensayo de cómo utilizar los recursos para generar uno de los thrillers psicológicos más adelantados a su tiempo. A través de los juegos de luces y sombras y la puesta en escena, el director logra que la mansión tenga vida propia y consigue que nos aproximemos al viaje de tortura de la nueva esposa. La interpretación de Judith Anderson es la personificación perfecta del código siniestro encriptado en las historias del cineasta. En definitiva, es un film que se mantiene omnipresente tal como el alma de su Rebecca.