Freaks (1932) – Tod Browning

Póster de Freaks (1932)

Apenas un año después de dirigir la primera versión autorizada de Drácula, Tod Browning brilló con otro gran exponente del cine de terror. Freaks o Fenómenos llegó a la pantalla grande en 1932 para cuestionar todos los parámetros conocidos para el género y desatar una polémica que la perseguiría por varias décadas.

A noventa y tres años de su estreno, la también llamada La parada de los monstruos sigue atrayendo adeptos, ya sea por curiosidad o por amor hacia el terror. Su aniversario nos da la excusa perfecta para volver a visitarla o verla por primera vez.

Los antecedentes

Explorando un poco la filmografía de Browning, podemos comprobar que el maestro del terror sentía una obvia fascinación por el mundo del circo, los freak shows y los artistas de feria, una temática que exploró en varias películas que precedieron a Freaks, incluidas joyas como The Unholy Three (1925) y The Unknown (1927). 

Ahora bien, hay un elemento en particular que diferenció a Fenómenos de sus otras películas con temática circense: Browning eligió actores con malformaciones físicas o enfermedades reales —como enanismo, microcefalia o gemelos siameses— para interpretar a la mayoría de los personajes, una decisión que resultó extremadamente controversial. Al momento de su estreno, el film no solo fue destrozado por la crítica y un fracaso en taquilla, sino que fue censurado y prohibido en Estados Unidos y Reino Unido. 

Bienvenidos a la parada de los monstruos

Basada en el cuento Spurs (1923) de Tod Robbins, la historia sigue a Hans (Harry Earles, que ya había colaborado con Browning en The Unholy Three), un hombre enano que trabaja en un circo junto a su novia Freida (Daisy Earles) y sus amigos. Pero lo que parece una armoniosa vida da un giro cuando, tras convertirse en el heredero de una gran fortuna, se ve atrapado en una siniestra trama de engaños orquestada por la ambiciosa trapecista Cleopatra. Hans, flechado por esta última, se casa con ella sin sospechar sus verdaderas intenciones, lo que desencadena una espiral de traición y venganza cuando él y sus compañeros de circo descubren el macabro plan de la trapecista para asesinarlo y quedarse con su herencia.

Sumergirnos en la trama nos lleva inevitablemente a hablar de ese final, un tercer acto que resulta impactante hasta el día de la fecha y que creo fue responsable, al menos en parte, del disgusto de la gente de la época. Tod Browning se las ingenió para ofrecernos una historia que contempla mucho más que provocar un par de sustos porque Freaks va mucho más allá del género terror: hay espacio para el shock, la indignación, el drama, el romance, la comedia e incluso una moraleja, para quien sepa mirar de cerca.

La reivindicación 

La revancha del filme llegó treinta años más tarde, cuando fue proyectado en el Festival de Venecia de 1962 y redescubierto como una obra maestra. Desde entonces, sin importar cuántos años pasen, Freaks sigue siendo homenajeada y nos invita a la reflexión… ¿Quiénes son los verdaderos monstruos: aquellos con malformaciones físicas o quienes los desprecian y maltratan? ¿No es la verdadera aberración la falta de empatía y humanidad? ¿Fue la intención de Browning abrazar la diversidad o simplemente explotar a sus actores? Prefiero creer en la primera.

“Ellos tienen un código: lo que le haces a uno se lo haces a todos”

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