City Lights: En la oscuridad de la ciudad siempre habrá ojos que brillen
Qué decir de esta maravilla escrita, dirigida y protagonizada por Charles Chaplin, que ni siquiera necesita presentación, que no se haya dicho hasta ahora. La verdad es que no creo poder aportar más nada; lo único que queda es invitar a verla a quien no haya visto City Lights todavía y celebrarla junto a quienes también la adoran como quien aquí escribe. No obstante, nunca están de más las plumas electrónicas que intenten dejar por escrito lo que significa esta obra magnífica del gran Chaplin.
Para entender la magnitud de esta película hay que adentrarnos en el contexto en el que se engendró. Cuando Chaplin decide contar esta historia, los teatros de cine comenzaban a revestirse del inminente sonido. Las películas en aquel momento ya comenzaban a tener diálogos pero Chaplin, gracias a que era el productor de sus películas, decidió contra viento y marea, continuar con lo que mejor sabía hacer: filmar una película al fiel estilo del cine silente donde la pantomima era su enseña. Sin embargo, el film contó con una gran banda sonora por primera vez hecha para la película y compuesta por el mismísimo Charles Chaplin, además, por supuesto, de los efectos de sonido que siempre estaban para rematar los mejores momentos de comedia.
Así nacía City Lights en un escenario en el que paradójicamente el sonido retumbaba en la audiencia. La película silenció cualquier debate al respecto y materializó el adiós de una era.
Y como turistas de una ciudad que está llena de contrastes, el genio de Chaplin nos pasea por callejones donde la comedia y el drama deambulan al encuentro para componer, con encuadres minuciosos y totalmente curados, el retrato fascinante de un vagabundo y sus días. La obra entera resulta en fotogramas indelebles hasta el día de hoy. Además, en esos encuadres limpios y simples, aparecen imágenes que destellan potencia y sensibilidad sobre las asperezas y dificultades de la sociedad, como un vagabundo intentando salvar a un millonario de lanzarse al río hasta una mujer ciega intentando vender sus flores. Estas son algunas de las circunstancias que el vagabundo de Chaplin intenta remediar con la sabiduría que le ha dado la calle: desde saber que ‘mañana los pájaros cantarán’ a la sencillez de contemplar una mujer y una flor.
City Lights no es solo una película relevante por el virtuosismo narrativo y técnico, sino también por su punzante reflexión sobre la sociedad y sus dinámicas. En este film Chaplin pareciera preguntarse y preguntarnos: ¿qué vemos cuándo vemos?. Desde el millonario que sólo percibe al vagabundo cuando está borracho y la ciega que no lo puede ver y lo confunde por millonario, hasta la gente misma que solamente lo ve como un objeto de risa. En este juego de símbolos, el cineasta esboza una crítica a las gafas de los prejuicios que nos impiden ver la verdadera luz de lo y quienes nos rodean.
Además, Chaplin nos demuestra que cuando estamos abiertos a lo simple y a lo bello, la tragedia se encoge y la comedia cabe más. Así es que el vagabundo decide calzarse los guantes de boxeo para conseguir dinero rápido y fácil y poder ayudar a la ciega, interpretada por la mágica Virginia Cherrill (que fue todo un hallazgo ya que fue su primer papel). En ese ring se retrata una de las escenas más graciosas de boxeo que noquea todo tipo de drama.
Pero cada paso, caída y hazaña del vagabundo culmina en un final que debe ser uno de los más esperanzadores en la historia del cine. En la esquina de una ciudad donde todo transitaba, el tiempo se detiene para el vagabundo y la mujer ciega. Sus miradas se encuentran profundamente por primera vez y las luces de sus ojos se permiten brillar para descubrir la verdad del amor.