James Cagney

En esta edición nos toca celebrar a uno de los grandes, de esos actores a cuyas interpretaciones las palabras no pueden hacerle justicia. Solo basta con presenciar una de sus interpretaciones para sentir la más pura autenticidad actoral brotar de cada línea de texto, de cada gesto, de cada movimiento.

Nacido el 17 de julio de 1899 en Nueva York, James Cagney arrancó en los circuitos del vaudeville como bailarín y comediante. Su carrera fue creciendo en Broadway hasta que, en 1930, nada menos que Al Jolson lo vio en la obra Penny Arcade, compró los derechos y logró que Warner lo contratara, junto a Joan Blondell, para la versión cinematográfica, Sinners’ Holiday.

Su gran descubrimiento en la pantalla grande llegó al año siguiente con The Public Enemy (1931), en la que su retrato brutal y despiadado de un criminal consolidó su imagen de tipo duro. Junto a Edward G. Robinson, se convirtió en ícono de un género que sería sinónimo de Warner en los años 30. Otras películas de la década en las que Cagney interpreta a un gánster incluyen Angels with Dirty Faces (1938) de Michael Curtiz y The Roaring Twenties (1939) de Raoul Walsh, en la que nos regala una de las más sublimes interpretaciones de un hombre derrotado.

La relación con el estudio con el que Cagney trabajó la mayor parte de su carrera fue conflictiva desde el inicio. Más de una vez se peleó con Warner -hasta fue a juicio-, trabajó de manera independiente y regresó tras negociar mejores condiciones económicas y creativas. Entre tanto, fue uno de los impulsores del Sindicato de Actores, del que fue presidente entre 1942 y 1944.

Uno de sus roles más recordados por fuera del ámbito de los gánsteres llegó en 1942 con Yankee Doodle Dandy, también de Michael Curtiz, donde encarnó al compositor y showman George M. Cohan. En plena Segunda Guerra Mundial, el film fue un éxito rotundo de público y crítica, y le valió a Cagney el Oscar a mejor actor. La película también funciona como un homenaje en pantalla grande a una parte de la vida y la carrera del actor que lo había acompañado desde el inicio: el vaudeville.

En los 40, Cagney volvió al crimen con White Heat (1949), nuevamente junto a Raoul Walsh. Fue un retorno feroz al género que había ayudado a definir, con una de sus actuaciones más intensas. Otro rol de tipo duro posterior es el de Love Me or Leave Me (1955), que aunque su póster lo presente como un alegre musical de MGM con Doris Day, esconde una historia dramática y compleja, y combina sus dos géneros insignia.

El actor trabajó hasta principios de los años 60, con algunos roles destacados como el del ejecutivo acelerado de One, Two, Three (1961) de Billy Wilder. Luego se retiró dos décadas del cine hasta un breve regreso en Ragtime (1981).

«Rompió todas las reglas de la actuación para películas» dijo Orson Welles luego de llamarlo el mejor actor que apareció frente a cámara, afirmación con la que solo podemos coincidir. Hay algo de su trabajo que trasciende la forma de sus personajes. Sus criminales duros que ascienden y se desploman, al igual que su emocionante George M. Cohan, son inolvidables, pero lo que no se puede dejar de admirar son cada uno de los pequeños momentos que conforman esos personajes, cada gesto con las manos, cada expresión de un rostro que siempre desborda emociones. Como asegura Welles, «no hay ni un minuto de falsedad en una película de Cagney».

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