Sleeping Beauty (1959) – Clyde Geronimi

Póster de Sleeping Beauty

Es toda una experiencia volver a ver los clásicos animados que una veía de chica. En este caso me tocó revisitar Sleeping Beauty (La bella durmiente), clásico absoluto de Disney que significó una de las inversiones de tiempo y plata más impresionantes para un film de animación en la época.

Creo que lo que más me impactó de volver a ver esta película fue lo ancha que es; me refiero al formato de Super Technirama 70 (similar al Cinemascope) que tanto contrasta con el cuadrado de los VHS. Ese impacto viene acompañado de una inmediata apreciación por lo visual: cada cuadro parece una pintura, los colores son perfectos y son increíbles los detalles de los fondos inspirados en el arte medieval. Hay que agradecer que el modo de pantalla completa ya no se use para televisión, aunque en redes sociales sigamos condenados a mutilar el material para adaptarlo a la manía vertical.

El siguiente descubrimiento fue en qué gran medida esta película es un musical. El texto es escaso y, como todos conocemos la historia y su desenlace, no hace falta ahondar mucho en él, sino concentrarnos en la belleza de la experiencia cinematográfica de una fantasía musical. Para ello aporta muchísimo la música en manos de George Bruns, que es una adaptación del ballet de Tchaikovsky. Hay una bella unión del mundo académico y la música popular en la canción que cantan los protagonistas. Todo parece emular la idea de un tapiz animado musical.

En esa trama que puede contarse en un par de líneas (que ya todos conocemos) si hay algo que destaca es la completa irrelevancia del príncipe y la princesa. ¡Todo el poder a los personajes secundarios! Las hadas son las que comandan la historia, no Aurora ni mucho menos el príncipe, cuya figura está siempre recluida al simple acto de cerrar la historia.

El otro personaje inolvidable es, por supuesto, Maleficent, que protagoniza una de las escenas más memorables de la historia del cine de animación: el encantamiento de Aurora hacia la rueca. Solamente esa escena vuelve a la película una obra maestra en una clase magistral de combinación de música, color y suspenso. Sobre el final, la villana inspirada en Maila Nurmi también realiza una transformación maravillosa al grito de «Now, shall you deal with ME, O Prince – and all the powers of HELL!».

La producción llevó casi una década y fue carísima. Aunque no le fue bien en taquilla al momento del estreno, hoy podemos decir que todo el trabajo valió la pena. Es el clímax de la animación y una obra de arte en todo sentido.

  • Imagen de perfil de Betania Vidal

    Completamente apasionada por el cine clásico y la música de antes. Negada a dejar caer en el olvido a los artistas que ama. Redactora y creadora de Edición Sunset.

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