
Cualquier amante del cine de terror recordará el año 1960 como uno prolífico para el género: el estreno de Psycho de Alfred Hitchcock marcaría un antes y un después e incluso daría pie a un subgénero propio, el cine slasher.
Pero Psicosis no fue la única en explorar los rincones más sórdidos de la psique humana ese mismo año. Meses antes del lanzamiento de la legendaria película de Hitchcock, se había estrenado Peeping Tom —que tradujeron al español como El fotógrafo del pánico o El mirón— del también británico Michael Powell, una cinta igual de truculenta y visionaria que, aunque en su momento fue rechazada por la crítica, hoy se considera otra precursora del slasher… y que este mayo cumple nada menos que sesenta y cinco años.
Los Arqueros: Powell y Pressburger
Antes de escandalizar al Reino Unido con Peeping Tom, Powell formó parte de uno de los dúos más célebres del cine británico: “The Archers”, junto a Emeric Pressburger. Juntos filmaron —compartiendo el crédito de directores— algunas de las películas más innovadoras y bellas de los años cuarenta y cincuenta, como The Red Shoes (1948), Black Narcissus (1947) y A Matter of Life and Death (1946). ¿La dinámica? Powell aportaba la dirección y la estética, mientras que Pressburger escribía y producía.
Pero como todo lo bueno llega a su fin, para finales de los años cincuenta el dúo creativo decidió separarse. Fue en el año 1957 que Powell y Pressburger, sin escándalos ni reproches, decidieron romper su mítica alianza creativa. Tres años más tarde llegaría El fotógrafo del miedo, y, con ella, la incursión de Powell en terrenos ampliamente más perturbadores de los que alguna vez había explorado.
De paria a precursora: la reivindicación de Peeping Tom
En efecto, en 1960 el terror cambió para siempre: Psycho y Peeping Tom estaban entre nosotros. Sin embargo, mientras la película de Hitchcock fue ovacionada por las audiencias estadounidenses —el director se había trasladado a Estados Unidos en 1939—, el filme de Powell fue destruido por las británicas, que la tacharon de “enferma” y “perversa”.
La ironía de esta recepción recae en la similitud de dichos filmes: en ambos, seguimos a protagonistas extremadamente perturbados, Tanto Norman Bates como Mark Lewis, interpretado por el austríaco Karlheinz Böhm, son hombres retraídos, trastornados y… asesinos seriales. Ambos están obsesionados con mirar (literal o metafóricamente) y están marcados por un trauma infantil originado por sus progenitores. Asimismo, las dos películas juegan con el voyeurismo y Peeping Tom lo lleva al extremo: la cámara del asesino es literalmente el arma homicida. En ambas, el espectador es cómplice; nos ponen en su lugar, nos hacen mirar a través de sus ojos. Por último, me atrevo a decir que las dos revolucionaron el cine de terror y rompieron con las temáticas góticas y sobrenaturales de décadas anteriores, para dar paso al terror psicológico moderno, al slasher y al asesino serial como figura central.
¿La diferencia? Si bien ambas fueron innovadoras, solo una fue ovacionada, hasta que Martin Scorsese vino al rescate. Fue él quien lideró el redescubrimiento de Peeping Tom y la reivindicación de Michael Powell luego de que la película destruyera su carrera. El director se ocupó de que se proyectara –y con enorme éxito– en el Festival de Cine de Nueva York de 1979 y de que se reestrenara al año siguiente.
“There’s no other picture quite like Peeping Tom in the history of the cinema” dijo Scorsese.
Hoy, a 65 años de su estreno, Peeping Tom resiste el paso del tiempo. Ya reivindicada, brilla como una joya que anticipó el horror moderno y fue precursora directa del subgénero slasher. En algunos aspectos es incluso más explícita e inquietante que la propia Psicosis.