
En el noir, la ciudad siempre es el nido del mal y, en el caso de Apenas un delincuente de Hugo Fregonese, esa ciudad es una desquiciada Buenos Aires de fines de los 40. «Esta es una historia de la ciudad» nos dice el inicio antes de mostrarnos el destino fatal del protagonista, en un clásico recurso de un género en el que la resolución es sabida pero lo que importa es el trayecto. Y, en este camino, el coche viaja demasiado rápido hacia ninguna parte.
Jorge Salcedo interpreta a José Morán, un tipo común que aborrece la vida del trabajo diario y pretende salvarse «pegándola» a través del juego. Luego de consultar con Laura (Linda Lorena), la novia que pacientemente lo espera, cuántos años de cárcel corresponden a una estafa, evalúa robar medio millón de pesos a la empresa para la que trabaja, para disfrutarlos luego de terminar su condena. La realización del robo se nos presenta de forma completamente íntima con el personaje -casi que lo podemos ver transpirar- y el suspenso es manifiesto.
Ya en la cárcel, la película es otra, y la dureza del encierro se combina con la paranoia por la plata escondida. Aparece la aparente falla del crimen perfecto: su familia está endeudada y su delito les impide recuperarse socialmente. Pero no es esto lo que motiva a Morán a querer salir, sino, una vez más, la avaricia: el miedo de que su hermano se quede con la plata. Aquí, la trama del robo se cruza con la del escape planeado por un grupo de anarquistas.
Fue una copia de Apenas un delincuente lo que le abrió al director las puertas de la Universal para empezar a dirigir en Hollywood. Excelentemente filmada y contada con la aspereza y frialdad que corresponde al tema, Fregonese nos regala uno de los grandes clásicos del policial argentino. Su retrato de la «ciudad de los nervios excitados» y su crudeza para contar la historia de un simple muchacho tentado por el dinero hacen que se pueda volver a ver como si el tiempo no hubiera pasado.