Los tallos amargos (1956) – Fernando Ayala

Póster de Los Tallos Amargos

El noir suele ser un vehículo para abarcar una tragedia personal a través de los escenarios más oscuros que habita el hombre. Hay un aire de ruina que recorre a cada uno de los personajes, de los ambientes, hasta de las profesiones. El amigo se vuelve traidor, la mujer amada se transforma en veneno y la vida propia se convierte en un medio para el destino fatal. Entre la dureza del crimen, la amargura del exceso de alcohol y los marcados contrastes de luces se esconde un profundo drama tan inevitable como terrible.

Esta obra monumental de Fernando Ayala -que hoy podemos disfrutar gracias al trabajo de preservación de Alberto González y Fernando Martín Peña, y al de restauración de la Film Noir Foundation- reúne los elementos más característicos del género en una historia de complejidad psicológica, anhelos de gloria y un camino de autodestrucción.

La trama inicia con un viaje en tren a Ituzaingó y un misterioso pasaje solo de ida. Carlos Cores da vida a Alfredo Gasper, un periodista marcado por la ausencia de grandeza y la aspiración de convertirse en héroe y hacer algo importante. A través de flashbacks magistralmente guiados por los reflejos de los vidrios, la narración va y vuelve sobre ese viaje en tren hasta explicarnos su motivo. Gasper viaja con Liudas, interpretado hermosamente por Vassili Lambrinos, un inmigrante europeo sin papeles que lo iniciará en el camino de la estafa.

Pero en Los tallos amargos la estafa no tiene que ver ni con apuestas, ni con armas, ni con sustancias. Aquí la estafa se realiza a través de la profesión de Gasper, el cuarto poder, el periodismo. «Gente cree que periodista tiene sartén por mango, que mundo está en manos de periodista» dice Liudas convencido. Con unos materiales que Liudas trajo de europa, ambos comienzan una asociación de cursos de periodismo por correspondencia que no sirven para nada, solo para engañar idiotas y conseguir dinero.

En este emprendimiento de dudosa moral, Gasper parece encontrar su llamado heroico: con la plata que ganen podrían traer a la familia de Liudas a Argentina, tierra de paz. Sin embargo, pronto la duda, la desconfianza y la ambición tomarán posesión del destino de Gasper, cuyas decisiones llevarán al espectador hasta el borde del asiento.

La fotografía de Ricardo Younis y la música de Astor Piazzolla no hacen más que añadir mayor belleza visual y auditiva a esta obra que es bella desde todas sus aristas. Parte de la vida de Gasper se nos presenta de manera simbólica a través de un sueño perfectamente construido. Deslumbra en el reparto también Aída Luz, con una historia secundaria pero tan desdichada como la del protagonista.

Como en los mitos griegos, en el noir la desgracia es aquello que se elige. Y todo por esa irremediable motivación de hacer paf.

  • Imagen de perfil de Betania Vidal

    Completamente apasionada por el cine clásico y la música de antes. Negada a dejar caer en el olvido a los artistas que ama. Redactora y creadora de Edición Sunset.

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