Fats Waller

Aquí ingresamos en la tierra de un género casi único que combina talento musical, humor y un swing explosivo. Estamos hablando de Fats Waller, figura clave del jazz de entreguerras que destacó por su estilo Harlem stride al piano, su fraseo inconfundible y una maestría para la creación de canciones eternas. Verlo es presenciar un espectáculo y una máquina de ritmo, y es imposible que inmediatamente no brote una sonrisa.

Thomas Wright Waller nació el 21 de mayo de 1904 en Nueva York, séptimo hijo de una familia numerosa donde la música y la fe eran pan de cada día. Su madre fue su primera maestra y su padre, pastor bautista, lo puso al frente del órgano de la iglesia cuando apenas tenía 10 años. Desde entonces, las teclas fueron su mundo. A los 15 años ya trabajaba como organista en el Lincoln Theatre de Harlem, y poco después conoció a su mentor James P. Johnson, quien lo inspiró para desarrollar su estilo dentro del stride piano.

En 1922 empezó a grabar y dos años más tarde tuvo su primera canción publicada, Squeeze Me. Fue en esta época que empezó a escribir canciones con Andy Razaf, el letrista que se convertiría en su colaborador más cercano. Juntos crearon las joyas Ain’t Misbehavin y Honeysuckle Rose, ambas pilares del jazz.

A caballo del swing y el vaudeville, Fats transformó cada grabación en una performance y cada concierto en una fiesta en la que sus gestos bailan junto al beat. Otras composiciones incluyen I’ve Got a Feeling I’m Falling, Keepin’ Out of Mischief Now, Handful of Keys y Jitterbug Waltz. Se cree que muchos de sus temas, sin embargo, no llevan su nombre ya que, en momentos de necesidad económica, los vendía a otros compositores.

Fats también incursionó en diferentes medios. Tocó en algunos de los primeros programas de televisión en el Reino Unido, grabó en el Abbey Road de Londres y protagonizó cortos musicales (los Soundies) que nos permiten disfrutar de us carisma hoy. En el cine, fue parte del brillante reparto musical de Stormy Weather (1943). Además, escribió la música de la comedia musical de Broadway Early to Bed.

Su vida fue corta pero intensa. Murió de neumonía en 1943, con solo 39 años, dejando más de 400 canciones, con algunas en el podio de las más interpretadas en el mundo del jazz. Tanto cuando lo vemos como cuando lo escuchamos, no podemos evitar movernos al compás de su piano vertiginoso con esa alegría contagiosa que surge de cada canción.

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